cuatrosantos

Domingo XXXI del T.O. (B) (3 noviembre 2024)

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Domingos y Festivos.

amaos los unos a los otros

(Mc 12 28-34)

"Acercóse uno de los escribas que les había oído y, viendo que les había respondido muy bien, le preguntó: «¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?»Jesús le contestó: «El primero es: Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No existe otro mandamiento mayor que éstos.» Le dijo el escriba: «Muy bien, Maestro; tienes razón al decir que El es único y que no hay otro fuera de El, y amarle con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a si mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios.» Y Jesús, viendo que le había contestado con sensatez, le dijo: «No estás lejos del Reino de Dios.» Y nadie más se atrevía ya a hacerle preguntas".

Un escriba se acercó a Jesús para preguntarle cuál era el mandamiento más importante que un creyente tenía que cumplir. Jesús le respondió que lo más importante que tenía que hacer una persona sobre la tierra era amar a Dios con todo su ser y a resultas de su amor a Dios,tenía que amar al prójimo como a sí mismo.

Todos los mandamientos están incluidos en el primero; de tal modo que si faltamos a cualquiera de los mandamientos también estamos faltando al primero, pues hemos puesto otras cosas antes que a Dios.

Cuentos con moraleja: "Rézame un Padrenuestro, ¡por favor!"

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Cuentos con moraleja.

almas del purgatoriop

Nuestra historia se desarrolla en París durante el verano del año 1827. Jacqueline, una joven huérfana de alrededor de veinte años, acababa de salir del hospital para pobres, después de haber sufrido una grave neumonía. Dejaba el hospital con vida, pero sin muchas esperanzas. Estaba sola en el mundo: ni padres, ni hermanos, ni parientes, ni trabajo. Todo lo que tenía lo llevaba en el bolsillo de su falda: una moneda de un franco. Pero demos un paso atrás en el tiempo para conocer mejor la situación de esta muchacha.

La joven Jacqueline, nacida en una aldea de Bretaña, había sido educada por sus padres en el santo temor de Dios. Tenía desde la infancia la piadosa costumbre de mandar celebrar todos los meses una Misa en sufragio por las almas del Purgatorio.

Siendo todavía una niña fallecieron sus padres, por lo que su modesta condición le obligó a buscar empleo de criada en casa de una familia acaudalada. A los dieciocho años abandonó su aldea natal, pues sus patrones se mudaron a la capital francesa. Allí, se mantuvo fiel a ese acto de caridad y asistía al Santo Sacrificio, durante el cual unía sus oraciones a las del sacerdote para pedir especialmente por el alma cuya liberación dependiera de una última plegaria.

Conocida un poco la niñez y adolescencia de nuestra joven, volvamos al momento en el que Jacqueline sale del hospital…

Rezando por nuestros difuntos: El Purgatorio

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Teología y Catecismo.

purgatorio 3 C

El Purgatorio es la obra maestra de la justicia y de la misericordia de Dios. San Juan en el Apocalipsis nos dice que nada manchado puede entrar en la Jerusalén celeste, esto es, en el Paraíso (Apocalipsis 21, 27)

Pocas son, sin embargo, las almas privilegiadas que llegan al momento supremo de la muerte con la inocencia bautismal. El Espíritu Santo nos dice que aun el justo peca siete veces, o sea, muchas (Proverbios 24, 16). Todos faltamos y nos manchamos con muchas culpas, si no mortales, por lo menos veniales. Es cierto que con el arrepentimiento y con los Sacramentos podemos obtener el perdón de la misericordia divina, pero queda siempre la pena temporal que pagar. Para ello no es suficiente la pequeña penitencia que nos impone el confesor y las pocas penitencias y mortificaciones que nosotros mismos hacemos voluntariamente. Además, ¿quién nos asegura que en el momento de la muerte podremos lavar todas las culpas, aun las veniales, con una buena confesión? Desgraciadamente, aun cuando –como esperamos– nos presentemos delante del tribunal de Dios sin culpas graves, tendremos todavía muchas deudas que pagar y muchas imperfecciones que purificar.