Domingo XV del Tiempo Ordinario (C) (10 julio 2022) + Audio
Parábola del Buen Samaritano
(San Lucas 10: 25-37)
Se levantó un doctor de la Ley, y dijo para ponerle a prueba: «Maestro, ¿que he de hacer para tener en herencia vida eterna?» Es bastante frecuente que el hombre intente poner a prueba a Dios. ¡Qué atrevimiento tan horrible!¡Qué falta de fe! En cuántas ocasiones también nosotros hemos hecho algo parecido y le hemos preguntado a Dios: ¿Y por qué a mí? ¿Qué mal he hecho yo para que me castigues así?
Díjole entonces: «Bien has respondido. Haz eso y vivirás.» Este mandato también nos afecta. El catecismo nos dice: ¿Quién ama a Dios sobre todas las cosas? El que cumple todos sus mandamientos. ¡Cuántas personas hoy día se creen salvadas pero luego no cumplen los mandamientos de Dios o de la Iglesia! Ellos se fabrican sus propios mandamientos. En realidad, se fabrican su propia fe. Da la impresión como que hubieran caído de nuevo en la tentación del Paraíso. Han olvidado que quien determina lo que es bueno o malo es Dios y no cada uno de nosotros. ¡Cuántos católicos de hoy día se consideran con derecho a la salvación pero luego rechazan las enseñanzas de Dios y de la Iglesia respecto al uso de los anticonceptivos, aborto, confesión sacramental…!
Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: «Y ¿quién es mi prójimo?» El judío tenía una idea muy equivocada de quién era su prójimo. Para un judío el prójimo es aquel judío que sigue la Ley de Moisés. Recordemos esa frase que aparece en el Antiguo Testamento y que era enseñanza común entre los judíos: “Ama a tu hermano y odia a tu enemigo”. Es por ello que un sacerdote hebreo o un levita no acuden a ayudar a un extraño.
Jesús respondió: «Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto. Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo.De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo. ¡Con qué frecuencia también nosotros damos un rodeo cuando nos encontramos con alguien que necesita nuestra ayuda, pero nosotros no queremos dársela! ¡Cuántas excusas ponemos!: “No tengo tiempo”. “Ya vendrá otro”. “Me gustaría pero no puedo”
Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; y, acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: "Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva." ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?» El Señor le hace ver claramente quién es nuestro prójimo. Nuestro prójimo es todo aquél que está cercano a nosotros y nos necesita.
Él dijo: «El que practicó la misericordia con él.» Díjole Jesús: «Vete y haz tú lo mismo.» No olvidemos que si no cumplimos el segundo mandamiento tampoco cumplimos el primero. Amar a Dios sobre todas las cosas nos lleva automáticamente a tener un corazón misericordioso con los necesitados. No se conoce ningún santo que no haya tenido piedad de los que sufren y haya dado su vida por aliviar sus sufrimientos.
Homilía del P. Carlos Prats en la Iglesia de Santiago Apóstol de Pastrana (14 julio 2013)
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