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Domingo XXIV del T.O. (C) (11 septiembre 2022)

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Domingos y Festivos.

 La-oveja-perdida

Lc 15: 1-10

Todos los publicanos y los pecadores se acercaban a él para oírle, y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Este acoge a los pecadores y come con ellos.»

Es curioso que la gente considerada públicamente como “malvada” se acercaba a Jesús con el corazón abierto y con ganas de oírle y convertirse. En cambio, los oficialmente “justos” iban a Jesús con un espíritu crítico y de rechazo. Ante esta actitud tan poco caritativa Jesús les propone la parábola de la oveja perdida para que puedan entender su conducta.

Entonces les dijo esta parábola. «¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va a buscar la que se perdió hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, la pone contento sobre sus hombros; y llegando a casa, convoca a los amigos y vecinos, y les dice: "Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido."

Para Jesús cada uno de nosotros es importante. El hará todo lo posible por encontrarse con esa “oveja perdida” y ayudarle a volver al redil. Una vez que la encuentre, Jesús se llenará de gozo y la llevará consigo.

Cada uno de nosotros es algo precioso para Dios. El entregó su vida por amor para salvarnos a todos. El Señor no quiere que nadie se pierda: “…porque no quiere que nadie se pierda, sino que todos se conviertan. “ (2 Pe 3:9). Sólo se perderán aquéllos que se hayan extraviado y rechacen a Jesús cuando Él los encuentre.

 Os digo que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad de conversión.

«O, ¿qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una, no enciende una lámpara y barre la casa y busca cuidadosamente hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, convoca a las amigas y vecinas, y dice: "Alegraos conmigo, porque he hallado la dracma que había perdido."

Del mismo modo, os digo, se produce alegría ante los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta.»

El encuentro con el Señor ha de causar en nosotros el deseo de la conversión. Es decir, de alejarnos del pecado, elegir el buen camino y seguirle a Él.