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Dedicación de la basílica de Letrán (9 noviembre 2014)

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Domingos y Festivos.

mercaderes

(Jn 2: 13-22)

El pasaje de hoy nos muestra una cara de Jesús muy sorprendente. Tras haber llorado por Jerusalén, parece contradictorio contemplar un primer momento de ternura y otro de dureza casi seguidos en el tiempo.

Según las prescripciones de la Ley, en el templo del Señor...se inmolaban innumerables víctimas, especialmente los días de fiesta, toros, carneros, machos cabríos; y los pobres, para no quedarse sin sacrificio, ofrecían pichones de palomas o tórtolas. Sucedía a menudo que los que habían venido de lejos no tenían víctimas para ofrecer. Los sacerdotes inventaron entonces un medio para sacar provecho del pueblo: vendían todos los animales necesarios para los sacrificios, de modo que vendían a los que no tenían y ellos mismos recibían nuevamente los que les habían comprado...

Jesús se enfada con mercaderes y vendedores porque han convertido la Casa de su Padre en una “cueva de ladrones”. Esta enseñanza de Jesús también es para nosotros. Sí, para cada uno de los cristianos que vamos a visitar el templo, para cada uno de los sacerdotes y religiosos que sirven de manera especial al Señor. El mensaje es único: "mi casa es casa de oración”. El Señor está pensando en las personas que muchas veces “usamos” la iglesia como medio para conseguir nuestros intereses. O vamos a la Iglesia, más para cumplir con una obligación o siguiendo una costumbre que para encontrarnos con Dios. ¡Cuántas personas salen de la Iglesia habiendo calentado el banco y no el corazón! ¡Cuántas personas salen de la Iglesia habiendo hablado con todos menos con Dios!

Jesús se “enfada” también porque se está perdiendo el sentido sagrado del templo. Muchas personas entran a la Iglesia del mismo modo que entran a un bar o a un comercio. La Iglesia es un lugar sagrado, adonde hemos de acudir con respeto, reverencia, piedad y silencio. A la Iglesia hemos de acudir de puntillas, con la confianza de un niño pero con un corazón que ore, que busque el encuentro verdadero con Dios.