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Domingo V de Pascua (C) (15 mayo 2022)

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Domingos y Festivos.

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El evangelio de hoy nos sitúa en el día de Jueves Santo durante la Última Cena que el Señor celebró con sus discípulos. Él sabía muy bien lo que iba a empezar minutos después. Judas ya había consumado la traición en su corazón. Con Jesús estaban sólo los Once.

En estos momentos de despedida de sus discípulos, Jesús concentra sus últimas enseñanzas y gestos. Es exactamente lo mismo que un padre o una madre de familia hacen cuando se dan cuenta de que sus días ya se acaban. Reúnen a todos sus hijos, hacen entrega de sus objetos más queridos y les dan las últimas recomendaciones.

Fue en ese momento cuando instituyó la Eucaristía (“Tomad y comed todos de él porque esto es mi Cuerpo…”) y el sacramento del Orden (“Haced esto en memoria mía”). Es también en ese momento cuando Jesús le da a sus discípulos un mandamiento nuevo: “Un mandamiento nuevo os doy. Amaros los unos a los otros como yo os he amado. En esto conocerán que sois mis discípulos, en que os amáis los unos a los otros”.

El modo de amar al prójimo ha ido evolucionando desde la creación del hombre hasta el día de hoy. Vemos con se nos dice en el Antiguo Testamento: “Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo”. Es el tiempo del “ojo por ojo y diente por diente”. Es con Moisés y los Diez Mandamientos cuando se nos enseña que hemos de amar al prójimo como nos amamos a nosotros mismos: : “Amarás al prójimo como a ti mismo”. Ahora, en la Última Cena, es cuando Jesucristo lleva ese mandamiento a su plenitud: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”. Es con la presencia del Espíritu Santo en nuestros corazones cuando ese mandamiento tiene sentido y posibilidad de obedecerse.

Amar como Cristo nos ama supone dar la vida por los demás: “No hay mayor amor que el de dar la vida por los demás”. Supone también reconocer en cualquier hombre a nuestro amigo; pues para un cristiano ya no hay enemigos: “Padre perdónalos porque no saben lo que hacen”. “¿Cuántas veces he de perdonar al que me ofrende? ¿Siete veces? No te digo siete sino setenta veces siete”. Es la nueva vida que nos trae el Espíritu Santo la que nos capacita para amar de ese modo. Sin la gracia de Dios es imposible amar y perdonar de esa manera.

¡Cuántas veces nos parece imposible perdonar a aquél que nos ha ofendido! Si pretendes hacerlo sólo con tu corazón humano probablemente no puedas. Has de acudir a ese "corazón divino” que hemos adquirido por la gracia de Dios para poderlo hacer.

No sé si os acordáis de esas películas de acción en la que salen coches o aviones especialmente preparados y en un determinado momento encienden los turborreactores para alcanzar una velocidad exorbitante; pues bien, la gracia de Dios en nosotros es precisamente ese “turborreactor” que hace posible que amemos como Cristo quiere y ama. Se puede decir que cuando estamos en gracia de Dios somos capaces de amar a lo divino, pues es el mismo corazón de Dios en nosotros quien ama. Es entonces cuando se hace realidad su mandamiento: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”.