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6º Domingo del T.O. (B) (11 febrero 2024)

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Domingos y Festivos.

curacionleproso

Mc 1:40-45

Y vino también a Él un leproso rogándole, e hincándose de rodillas, le dijo: "Si Tú quieres, puedes limpiarme". Jesús, compadeciéndose de él, extendió la mano, y tocándole, le dice: "Quiero; sé limpio". Y acabando de decir esto, al instante desapareció de él la lepra y quedó limpio. Y Jesús le despachó luego, conminándole y diciéndole: "Mira que no lo digas a nadie; pero ve, y preséntate al príncipe de los Sacerdotes, y ofrece por tu limpieza lo que Moisés mandó, para que esto les sirva de testimonio". Mas aquel hombre, así que salió, comenzó a publicar su curación, y a divulgarla por todas partes; de modo que ya no podía Jesús entrar manifiestamente en la ciudad, sino que andaba fuera por lugares solitarios, y acudían a El de todas partes”.

El leproso es escuchado por el Señor porque su oración cumple dos condiciones esenciales: humildad y fe. Este hombre se pone de rodillas ante Cristo y le suplica por su curación.

Es curioso que no le dice: “Señor, quiero que me cures” sino “Si quieres, puedes limpiarme”. Por supuesto que el enfermo deseaba ser curado, pero movido por la confianza, permite que sea el mismo Jesús quien tome la decisión de curarle o no. La actitud de Cristo no es otra que la que se puede esperar de quien nos ama: “Jesús, compadeciéndose de él…”

Resulta también curioso que Jesús extendiera la mano y tocara al leproso. Con ello, según las leyes judías, Jesús caía en el pecado de impureza legal. En el fondo esas leyes las había hecho el hombre, no Dios; y para él no tenían más valor que una costumbre puramente humana pero que no tenía mucho sentido.

Una vez curado el leproso, Jesús le hace dos indicaciones: una, que no lo comunique a nadie; pero el enfermo ya curado no puede permanecer en silencio. La vida ha vuelto a él y no puede por menos que proclamarlo a los cuatro vientos. Y la otra, que se presente ante los sacerdotes para cumplir con la ley de Moisés. Con ello, no sólo quería que el leproso cumpliera con esa ley, sino que también fuera aceptado de nuevo en la comunidad a la que pertenecía, y que por la enfermedad había sido expulsado de la misma.

Vemos pues en este evangelio, cómo Jesús cura físicamente a este enfermo, lo reintegra en la sociedad en la que vivía y al mismo tiempo le abre un mundo que había estado prohibido para él. De repente volvía a poder ser feliz.

En el fondo, eso es lo que hace en Señor en cada confesión: nos limpia, nos reintegra a la Iglesia y nos abre un nuevo mundo ante nuestros ojos, el mundo nuevo que nos trae la gracia de Dios.