Domingo VI del T.O. (C) (13 febrero 2022)
(San Lucas 6: 17.20-26)
“En aquel tiempo bajó Jesús del monte con los Doce y se paró en un llano, con un grupo grande de discípulos y de pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón.
Él, levantando los ojos hacia sus discípulos, les dijo:
Dichosos los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios.
Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados.
Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis.
Dichosos vosotros cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten, y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del Hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas.
Pero ¡ay de vosotros, los ricos!, porque ya tenéis vuestro consuelo.
¡Ay de vosotros los que estáis saciados!, porque tendréis hambre.
¡Ay de vosotros los que ahora reís!, porque haréis duelo y lloraréis.
¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que hacían vuestros padres con los falsos profetas".
Érase una vez un hombre muy rico que vivía en una mansión que dominaba un fértil valle. Pero había un gran vacío en su vida. No tenía fe y vivía solo con sus muchas riquezas.
Juan, el vaquero del hombre más rico del valle, vivía con su familia en una casa muy humilde. Juan era creyente, oraba en familia y todos juntos iban a la iglesia.
Una mañana, el hombre más rico del valle contemplaba sus tierras y se decía: Todo esto es mío.
En ese momento llegó su vaquero y le dijo: anoche tuve un sueño y el Señor me dijo que el hombre más rico del valle iba a morir a medianoche. Tenía necesidad de decírselo, espero no se enfade.
No te preocupes, no creo en los sueños, vuelve a tu trabajo y olvídalo.
El hombre más rico empezó a inquietarse y se fue a su médico para hacerse un chequeo. Éste le dijo que estaba como un roble y que le quedaban muchos años de vida.
Aliviado pero roído por la duda invitó al médico a cenar y le invitó a quedarse hasta medianoche.
Pasada la medianoche despidió al médico y se dijo: este estúpido de Juan ha arruinado mi día, él y sus malditos sueños.
Acababa de acostarse cuando sonó el timbre de la casa. Eran las 12:30. Bajó y encontró a la hija de Juan en la puerta.
Señor, le dijo llorando, mi mamá me envía a decirle que papá ha muerto a medianoche.
El señor se quedó helado y comprendió súbitamente que el hombre más rico del valle no era él sino su vaquero.
¿Quién es el hombre más rico y más feliz entre nosotros?
Dios no ve las cosas como nosotros. Dios no juzga a las personas como nosotros.