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Camino del Infierno... pero con remedio

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Teología y Catecismo.

infierno

A quien pueda interesar,

A lo largo de mis muchos años de sacerdocio me he encontrado con cierta frecuencia almas que van camino del infierno, ellos lo saben, yo les aviso; pero no hacen nada por cambiar. Se escudan pensando que aman a Dios, y Dios en su misericordia hará algo antes de que se mueran para así arreglar su situación. Esa forma de pensar es un grave pecado de presunción. Dios no está obligado a “arreglar” lo que voluntariamente nosotros hemos hecho mal.

¿Cómo puede ser posible que almas que van a Misa frecuentemente, pero que no pueden acceder a los sacramentos de la penitencia y de la eucaristía debido a una situación matrimonial irregular puedan pensar así?¿Cómo puede ser que sacerdotes que un día hicieron una promesa de celibato vivan unidos de modo más o menos permanente a una mujer y cometan sacrilegio cada vez que celebran la Santa Misa? ¡Cuántas personas viven permanentemente alejados de Dios estando “atados de pies y manos” como consecuencia de una situación de pecado y no reaccionan!

Dios nos enseña el camino, pero somos nosotros los que – con su ayuda – hemos de recorrerlo. Él nos dice lo que hemos de hacer y lo que hemos de evitar; pero somos nosotros con nuestra libertad los que hemos de andar el camino.

¿Cómo podemos culpar a Dios de nuestra situación si hemos sido nosotros los que hemos dado el mal paso? ¿Acaso estamos tan ciegos de que no nos damos cuenta de que estamos yendo camino al infierno? ¿Acaso nos gusta jugar a la ruleta rusa? ¿Hay algo que nos impide cambiar y tomar el buen camino?

Nosotros pensamos, “Dios en su bondad me ayudará y lo arreglaré todo antes de morir”. O dicho de otro modo, “Yo seguiré disparando, y Dios me ayudará para que la bala que hay en la recámara no salga”. ¡Nos seamos insensatos!  si seguimos disparando, antes o después moriremos. ¿Acaso podremos culpar a Dios?

La solución nunca es fácil, como tampoco fue fácil dar el paso que nos llevó y ha mantenido en el mal camino; pero poner remedio inmediato es lo único que se puede hacer.

En el fondo todo se reduce a una cosa: ¿Prefieres mis caminos o tus caminos? –dice el Señor.

Algunos piensan, ¿cómo voy a cambiar? Si lo hago voy a hacer sufrir a mi esposo, a mis hijos… Dios será bueno y lo arreglará todo. La decisión no es de Dios sino tuya. En el fondo, y hablando claramente, prefieres vivir tus caminos, pero “pretendes” hacer creer a Dios que lo amas y porque es misericordioso Él lo arreglará todo.

Si yo tuviera que vivir en esa “cuerda floja” me moriría de angustia y desesperación. En algunas ocasiones he faltado gravemente al Señor, pero he buscado confesarme y ponerme en paz con Él antes de que viniera la noche. No habría podido dormir pensando que esa noche podría morir e irme para siempre al infierno.

¿Qué es lo que hay en el corazón del hombre para que viva en esa situación permanente de pecado y en cambio no tenga la valentía de dar el paso para convertirse? ¿Soberbia? ¿Egoísmo? ¿Cobardía? ¿Indiferencia? ¿Ceguera? ¿Sordera espiritual? En el fondo todo se reduce a un único problema: “intento buscar mi propia felicidad, aunque para ello tenga de darle la espalda a Dios”.

Y si le has dado voluntariamente la espalda a Dios ¿qué te hace pensar que antes de morir se arreglará “misteriosamente” la situación? ¿Prefieres vivir “tu felicidad” en este mundo pero estar condenado ahora y luego para toda la eternidad? La verdad es una postura que no entiendo.

Yo no soy santo. Cometo muchos pecados, pero a la caída de la tarde me gusta haber hecho las paces con Dios. El día siguiente lucho por ser fiel y seguir su camino. A veces lo consigo, otras no; pero lo que siempre busco es estar en gracia la mayor parte de mi vida. No sé cuándo puede venir a llamarme y me gustaría estar dispuesto a abrirle cuando viniera y llamara a mi puerta (Ap 3:20).

Una vez más te pregunto, háblame desde lo profundo de tu corazón, ¿de verdad eres feliz viviendo de espalda a Dios? ¿Qué esperas para cambiar? La solución que Dios te ofrece es la única. Puede que con ella rompas la vida de alguno que te rodea, pero en realidad lo que estás haciendo es salvando tu alma y la de ellos. ¡Sé valiente! ¡Confía realmente en Dios!

Y la vida sigue y sigue. Cada día lejos de Cristo es un día perdido, es un día triste y frío. Él está a la puerta. ¡Ábrele pues! Él quiere cenar contigo

Yo enderecé mis pasos hace tiempo. Haciéndome violencia preferí dejar “mi camino” para estar siempre con Cristo. Y es que no podía vivir un día más sabiendo que mis pasos me llevaban al infierno.

Par mí la vida es Cristo. No entendería esta vida si viviera lejos de Él. Lo llevo todos los días en mi corazón, en mi mente. Y es mi esperanza creer que, ya que me preocupé de tenerlo conmigo día a día, Él no me abandonará en el momento de mi muerte.