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Domingo IV de Cuaresma (C) (30 marzo 2025)

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Domingos y Festivos.

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Lc 15: 1-3, 11-32

Se le acercaban todos los publicanos y pecadores para oírle. Pero los fariseos y los escribas murmuraban diciendo: -Éste recibe a los pecadores y come con ellos. Entonces les propuso esta parábola: Dijo también: -Un hombre tenía dos hijos. El más joven de ellos le dijo a su padre: «Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde». Y les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo más joven lo recogió todo, se fue a un país lejano y malgastó allí su fortuna viviendo lujuriosamente. Después de gastarlo todo, hubo una gran hambre en aquella región y él empezó a pasar necesidad. Fue y se puso a servir a un hombre de aquella región, el cual lo mandó a sus tierras a guardar cerdos; le entraban ganas de saciarse con las algarrobas que comían los cerdos, y nadie se las daba. Recapacitando, se dijo: ¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan abundante mientras yo aquí me muero de hambre! Me levantaré e iré a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo; trátame como a uno de tus jornaleros. Y levantándose se puso en camino hacia la casa de su padre. Cuando aún estaba lejos, le vio su padre y se compadeció. Y corriendo a su encuentro, se le echó al cuello y le cubrió de besos. Comenzó a decirle el hijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo. Pero el padre les dijo a sus siervos: Pronto, sacad el mejor traje y vestidle; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo, y vamos a celebrarlo con un banquete; porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado». Y se pusieron a celebrarlo. El hijo mayor estaba en el campo; al volver y acercarse a casa oyó la música y los cantos y, llamando a uno de los siervos, le preguntó qué pasaba. Éste le dijo: Ha llegado tu hermano, y tu padre ha matado el ternero cebado por haberle recobrado sano. Se indignó y no quería entrar, pero su padre salió a convencerle. Él replicó a su padre: Mira cuántos años hace que te sirvo sin desobedecer ninguna orden tuya, y nunca me has dado ni un cabrito para divertirme con mis amigos. Pero en cuanto ha venido ese hijo tuyo que devoró tu fortuna con meretrices, has hecho matar para él el ternero cebado. Pero él respondió: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero había que celebrarlo y alegrarse, porque ese hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado.

“Un hombre tenía dos hijos: el menor de ellos dijo a su padre, dame la herencia que me corresponde”.

  • Dios nos da bienes y nosotros los usamos muchas veces para apartarnos de Dios. Si los disfrutáramos junto a nuestro Padre…

“Después de gastarlo todo, hubo una gran hambre en aquella región y él empezó a pasar necesidad”

  • La tristeza, el vacío, la soledad y el aburrimiento son causados por el pecado. Es el mismo amor de Dios lo que nos hace sentir el remordimiento de conciencia.

Domingo III de Cuaresma (C) (23 marzo 2025)

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Domingos y Festivos.

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(Lc 13: 1-9)

Estaban presentes en aquel momento unos que le contaban lo de los galileos, cuya sangre mezcló Pilato con la de sus sacrificios. Y en respuesta les dijo: -¿Pensáis que estos galileos eran más pecadores que todos los galileos, porque padecieron tales cosas? No, os lo aseguro; pero si no os convertís, todos pereceréis igualmente. O aquellos dieciocho sobre los que cayó la torre de Siloé y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que todos los hombres que vivían en Jerusalén? No, os lo aseguro; pero si no os convertís, todos pereceréis igualmente. Les decía esta parábola: -Un hombre tenía una higuera plantada en su viña y fue a buscar en ella fruto y no lo encontró. Entonces le dijo al viñador: «Mira, hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera sin encontrarlo; córtala, ¿para qué va a ocupar terreno en balde?» Pero él le respondió: «Señor, déjala también este año hasta que cave a su alrededor y eche estiércol, por si produce fruto; si no, ya la cortarás».

“Le contaban (a Jesús) lo de los galileos, cuya sangre mezcló Pilato con la de sus sacrificios. Y en respuesta les dijo: -¿Pensáis que estos galileos eran más pecadores que todos los galileos, porque padecieron tales cosas? No, os lo aseguro”

En el evangelio de hoy el Señor critica la errónea asociación que hacen muchos cristianos entre los sufrimientos de esta vida y los pecados que se hayan podido cometer. Es frecuente oír a personas con no mucha fe reclamarle a Dios: “¿Qué malo he hecho yo para que me trates así?” Aunque a decir verdad, la misericordia infinita de Dios hace que no seamos tratados como realmente merecemos a causa de nuestros pecados. El problema real es que no nos damos cuenta de que la gravedad de nuestros pecados sería más que suficiente para que recibiéramos esos castigos y castigos incluso mayores. De todos modos, en el evangelio de hoy, el Señor declara que en esta vida no podemos establecer esa relación.

Domingo II de Cuaresma (C) (16 marzo 2025)

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Domingos y Festivos.

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(San Lucas 9: 28-36)

"Aconteció como unos ocho días después de estos discursos que, tomando a Pedro, a Juan y a Santiago, subió a un monte a orar. Mientras oraba, el aspecto de su rostro se transformó, su vestido se volvió blanco y resplandeciente. Y he aquí que dos varones hablaban con EL, Moisés y Elías, que aparecían gloriosos y le hablaban de su muerte, que había de cumplirse en Jerusalén. Pedro y sus compañeros estaban cargados de sueño. Al despertar, vieron su gloria y a los dos varones que con El estaban. Al desaparecer éstos, dijo Pedro a Jesús: Maestro, qué bueno es estar aquí; hagamos tres cabañas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías, sin saber lo que se decía. Mientras esto decía, apareció una nube que los cubrió y quedaron atemorizados al entrar en la nube. Salió de la nube una voz que dijo: Este es mi Hijo elegido, escuchadle. Mientras sonaba la voz estaba Jesús solo. Ellos callaron, y por aquellos días no contaron nada de cuanto habían visto".

La liturgia de la Palabra nos presenta en el día de hoy el evangelio de la Transfiguración del Señor en el Monte Tabor. Sólo tres discípulos: Pedro, Santiago y Juan estaban presentes cuando ocurrió el hecho.

Durante la transfiguración del Señor, estos discípulos fueron “capaces” del ver la gloria de la humanidad de Cristo. Una gloria que normalmente estaba velada, pues el cuerpo de Cristo no la mostraba. Ante tal visión, los discípulos quedaron extasiados y llenos de alegría: “Señor, ¡qué bien estamos aquí! Si quieres, haré aquí tres tiendas, una para ti, una para Moisés y otra para Elías”. Así será nuestra experiencia en el cielo si somos capaces de mantenernos fieles al Señor durante esta vida.

Pero Jesús no sólo quiere que seamos felices en el cielo, sino que también quiere que empecemos a gozar de esa felicidad sobrenatural aquí en la tierra. De hecho, hay realidades maravillosas que nos rodean, y que para muchos pasan desapercibidas. Por ejemplo: la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía; la presencia continua de nuestro ángel guardián junto a nosotros; la inhabitación de la Santísima Trinidad en el alma de la persona que se encuentra en estado de gracia; el infinito poder de nuestra oración; el delicado y tierno amor que nos tienen Jesucristo y su Madre Santísima, y muchas cosas más.

Domingo I de Cuaresma (C) (9 marzo 2025)

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Domingos y Festivos.

Jesus temptations 

Lc 4: 1-13

“Jesús, lleno del Espíritu Santo, regresó del Jordán y fue conducido por el Espíritu al desierto, donde estuvo cuarenta días y fue tentado por el diablo. No comió nada en estos días, y al final sintió hambre. Entonces le dijo el diablo: -Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan. Y Jesús le respondió: -Escrito está: "No sólo de pan vivirá el hombre". Después el diablo lo llevó a un lugar elevado y le mostró todos los reinos de la superficie de la tierra en un instante y le dijo: -Te daré todo este poder y su gloria, porque me han sido entregados y los doy a quien quiero. Por tanto, si me adoras, todo será tuyo. Y Jesús le respondió: -Escrito está: "Adorarás al Señor tu Dios y solamente a Él darás culto". Entonces lo llevó a Jerusalén, lo puso sobre el pináculo del Templo  y le dijo: -Si eres Hijo de Dios, arrójate de aquí abajo, porque escrito está: "Dará órdenes a sus ángeles sobre ti para que te protejan y te lleven en sus manos, no sea que tropiece tu pie contra alguna piedra". Y Jesús le respondió: -Dicho está: "No tentarás al Señor tu Dios". Y terminada toda tentación, el diablo se apartó de él hasta el momento oportuno”.

Es muy importante distinguir entre “tentación” y “pecado”. La tentación no es pecado. Se comete pecado cuando uno cae voluntaria y conscientemente en la tentación.

Una cosa hay que tener bien clara: disponemos de toda la ayuda necesaria de parte de Dios para vencer cada una de las tentaciones que el Demonio nos presente. Nadie es tentado por encima de sus fuerzas:“Dios que es fiel no permitirá que sean tentados por encima de sus fuerzas; antes bien, les dará al mismo tiempo que la tentación, los medios para resistir” (1 Cor. 10, 13). El poder que tiene el Demonio sobre los seres humanos a través de la tentación es limitado. Con Cristo no tenemos nada que temer. Nada ni nadie puede hacernos mal, si nosotros mismos no lo deseamos.

Las tentaciones son pruebas que Dios permite para darnos la oportunidad de aumentar los méritos que vamos acumulando para nuestra salvación. La lucha contra las tentaciones es como el entrenamiento de los deportistas para ganar la carrera hacia nuestra meta que es el Cielo. (2 Tim. 4, 7). Las tentaciones sirven para que los seres humanos tengamos la posibilidad de optar libremente por Dios. También sirven para no ensoberbecernos creyéndonos autosuficientes y sin necesidad de Cristo Redentor.

Domingo VIII del T.O. (C) (2 de marzo de 2025)

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Domingos y Festivos.

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(Lc 6: 39-45)

“Les añadió una parábola: «¿Podrá un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? No está el discípulo por encima del maestro. Todo el que esté bien formado, será como su maestro. ¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu propio ojo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: "Hermano, deja que saque la brizna que hay en tu ojo", no viendo tú mismo la viga que hay en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna que hay en el ojo de tu hermano. «Porque no hay árbol bueno que dé fruto malo y, a la inversa, no hay árbol malo que dé fruto bueno. Cada árbol se conoce por su fruto. No se recogen higos de los espinos, ni de la zarza se vendimian uvas. El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca lo bueno, y el malo, del malo saca lo malo. Porque de lo que rebosa el corazón habla su boca”.

En esta parábola el Señor pone ejemplos muy prácticos que nos servirán para nuestras vidas; tales como: un ciego no puede guiar a otro ciego; al árbol se le conoce por sus frutos; no es el discípulo mayor que el maestro; la bondad o maldad de un hombre radica en su corazón.

Pensemos detenidamente en el significado de cada una de estas frases y luego intentemos llevarlas a la práctica en nuestras vidas. Si así lo hacemos, tendremos una ayuda extra para saber cómo nos hemos de comportar en cada momento y enseguida podremos comprobar que seremos mucho mejores.

Domingo VII del T.O. (C) (23 febrero 2025)

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Domingos y Festivos.

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(Lc 6: 27-37)

«Pero yo os digo a los que me escucháis: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien, bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen. Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite el manto, no le niegues la túnica. A todo el que te pida, da, y al que tome lo tuyo, no se lo reclames. Y lo que queráis que os hagan los hombres, hacédselo vosotros igualmente. Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Pues también los pecadores aman a los que les aman. Si hacéis bien a los que os lo hacen a vosotros, ¿qué mérito tenéis? ¡También los pecadores hacen otro tanto! Si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a los pecadores para recibir lo correspondiente. Más bien, amad a vuestros enemigos; haced el bien, y prestad sin esperar nada a cambio; y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo, porque él es bueno con los ingratos y los perversos. «Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; una medida buena, apretada, remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque con la medida con que midáis se os medirá.»

El Señor siempre nos sorprende con sus enseñanzas. La semana pasada nos hablaba de las bienaventuranzas, esta semana no relata modelos concretos de comportamiento que hemos de seguir, si de verdad deseamos ser buenos cristianos.

Domingo VI del T.O. (C) (16 febrero 2025)

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Domingos y Festivos.

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(San Lucas 6: 17.20-26)

 “En aquel tiempo bajó Jesús del monte con los Doce y se paró en un llano, con un grupo grande de discípulos y de pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón.
Él, levantando los ojos hacia sus discípulos, les dijo:
Dichosos los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios.
Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados.
Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis.
Dichosos vosotros cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten, y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del Hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas.
Pero ¡ay de vosotros, los ricos!, porque ya tenéis vuestro consuelo.
¡Ay de vosotros los que estáis saciados!, porque tendréis hambre.
¡Ay de vosotros los que ahora reís!, porque haréis duelo y lloraréis.
¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que hacían vuestros padres con los falsos profetas".
 
Érase una vez un hombre muy rico que vivía en una mansión que dominaba un fértil valle. Pero había un gran vacío en su vida. No tenía fe y vivía solo con sus muchas riquezas.
Juan, el vaquero del hombre más rico del valle, vivía con su familia en una casa muy humilde. Juan era creyente, oraba en familia y todos juntos iban a la iglesia.
Una mañana, el hombre más rico del valle contemplaba sus tierras y se decía: Todo esto es mío.

Domingo IV del T.O. (C) (2 febrero 2025)

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Domingos y Festivos.

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“Los ojos de cuantos había en la sinagoga estaban fijos en Él. Comenzó a decirles: Hoy se cumple esta escritura que acabáis de oír. Todos le aprobaban, maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca, y decían: ¿No es éste el hijo de José? Él les dijo: Seguro que me diréis este proverbio: Médico, cúrate a ti mismo; todo cuanto hemos oído que has hecho en Cafarnaúm, hazlo en tu patria. Él les dijo: En verdad os digo que ningún profeta es bien recibido en su tierra. Pero en verdad os digo también que muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando se cerró el cielo por tres años y seis meses y sobrevino una gran hambre en toda la tierra, y a ninguna de ellas fue enviado Elías sino a Sarepta de Sión, a una mujer viuda. Y muchos leprosos había en Israel en tiempo del profeta Eliseo, y ninguno de ellos fue limpiado, sino el sirio Naamán. Al oír esto se enojaron muchísimo los que estaban presentes en la sinagoga, y, levantándose, le arrojaron fuera de la ciudad, y le llevaron a la cima del monte sobre el cual está edificada su ciudad, para precipitarle de allí; pero Él, atravesando por medio de ellos, se fue”.

Al oír a Jesús, las gentes quedaban maravilladas:

“Todos le aprobaban, maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca”.

Pero los prejuicios que había en sus corazones les impedían creer en Él.

“¿No es éste el hijo de José?... todo cuanto hemos oído que has hecho en Cafarnaúm, hazlo en tu patria”.

Domingo III del T.O. (C) (26 enero 2025)

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Domingos y Festivos.

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(Lc 1: 1-4; 4: 14-21)

“Puesto que ya muchos han intentado escribir la historia de lo que ha sucedido entre nosotros,  según que nos ha sido transmitido por los que desde el principio fueron testigos oculares y ministros de la palabra,  me ha parecido a mí también, después de informarme exactamente de todo desde los orígenes, escribirte ordenadamente, óptimo Teófilo, para que conozcas la firmeza de la doctrina que has recibido.

Jesús, impulsado por el Espíritu, se volvió a Galilea. Su fama corrió por toda la región;  enseñaba en las sinagogas, siendo celebrado por todos.  Vino a Nazaret, donde se había criado, y, según costumbre, entró el día de sábado en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura.  Le entregaron un libro del profeta Isaías, y, desenrollándolo, dio con el pasaje donde está escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ungió para evangelizar a los pobres; me envió a predicar a los cautivos la libertad, a los ciegos la recuperación de la vista; para poner en libertad a los oprimidos, para anunciar un año de gracias del Señor. Y enrollando el libro, se le devolvió al servidor y se sentó. Los ojos de cuantos había en la sinagoga estaban fijos en El.  Comenzó a decirles: Hoy se cumple esta escritura que acabáis de oír”.

San Lucas, el autor inspirado de este tercer evangelio se dirige a su discípulo Teófilo para hacerle saber del cuidado que tuvo a la hora de componer este Evangelio y también los Hechos de los Apóstoles. Los autores de las Sagradas Escrituras son llamados “hagiógrafos”. Dios se vale de su pluma para inspirarles y transmitirles en mensaje revelado. Cada autor tiene un impronta personal, pero todos ellos son “instrumentos nobles y fieles” que nos transmiten sin error alguno las enseñanzas de Cristo.

Domingo II del T.O. (C) (19 enero 2025)

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Domingos y Festivos.

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Jn 2: 1-11

“Al tercer día hubo una boda en Caná de Galilea, y estaba allí la Madre de Jesús. Fue invitado también Jesús con sus discípulos a la boda. No tenían vino, porque el vino de la boda se había acabado. La madre de Jesús le dijo: No tienen vino. Díjole Jesús: Mujer, ¿qué nos va a ti y a mí? No es aún llegada mi hora. Dijo la madre a los servidores: Haced lo que Él os diga. Había allí seis tinajas de piedra para las purificaciones de los judíos, en cada una de las cuales cabían dos o tres metretas. Díjoles Jesús: Llenad las tinajas de agua. Las llenaron hasta el borde, y Él les dijo: Sacad ahora y llevadlo al maestre sala. Se lo llevaron, y luego que el maestresala probó el agua convertida en vino — él no sabía de dónde venía, pero lo sabían los servidores, que habían sacado el agua — , llamó al novio y le dijo: Todos sirven primero el vino bueno, y cuando están ya bebidos, el peor; pero tú has guardado hasta ahora el vino mejor." Este fue el primer milagro que hizo Jesús, en Cana de Galilea, manifestó su gloria y creyeron en Él sus discípulos”.

Caná era una pequeña ciudad que se encontraba cerca de Nazaret. San José, aparentemente ya había fallecido. María, Jesús y sus discípulos habían sido invitados a una boda. En el transcurso de la fiesta de la boda, María se da cuenta, por la preocupación de los anfitriones y “camareros” que el vino se había acabado. Es entonces cuando María acude a Jesús solicitando su ayuda: “No tienen vino”.

La respuesta de Jesús ante la preocupación de María es llamativa: “¿qué nos va a ti y a mí?”. Como queriendo decirle Jesús a su madre que no era su problema. Jesús capta el deseo de su madre de que hiciera algo; pero Jesús insiste: “No es aún llegada mi hora (de intervenir)”. María, hace como que no se ha enterado de la respuesta de Jesús y llama a los servidores de la boda para que hagan lo que su Hijo les diga.

Fiesta del Bautismo del Señor (C) (12 enero 2025)

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Domingos y Festivos.

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San Lucas 3: 15-16; 21-22

“Como el pueblo estaba expectante y todos se preguntaban en su interior si acaso Juan no sería el Cristo, Juan salió al paso diciéndoles a todos: -Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más poderoso que yo, a quien no soy digno de desatarle la correa de las sandalias: él os bautizará en el Espíritu Santo y en fuego.

Se estaba bautizando todo el pueblo. Y cuando Jesús fue bautizado, mientras estaba en oración, se abrió el cielo y bajó el Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como una paloma. Y se oyó una voz que venía del cielo: -Tú eres mi Hijo, el Amado, en ti me he complacido”.

El domingo que sigue a la fiesta de la Epifanía se celebra la Fiesta del bautismo de Cristo. Con él, se cierra el tiempo de Navidad; para así comenzar a partir del lunes el tiempo llamado Ordinario; el cual se verá interrumpido con el Miércoles de Ceniza (comienzo de la Cuaresma).

Cuando Cristo se metió en la fila para esperar su turno de ser bautizado, seguramente San Juan Bautista no sabía qué hacer. Llegó el Mesías delante de él y pidió el bautismo. El Bautista exclamó: “Soy yo el que necesita ser bautizado por ti, ¿tú vienes a mí?” (Mt 3,14).

Hay una diferencia importante entre los dos bautismos: el de Juan y el bautismo sacramental que nosotros recibimos: