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Domingo XXV del T.O: (B) (22 septiembre 2024)

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Domingos y Festivos.

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(Mc 9: 30-37)

“Salieron de allí y atravesaron Galilea. Y no quería que nadie lo supiese, porque iba instruyendo a sus discípulos. Y les decía: -El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán, y después de muerto resucitará a los tres días. Pero ellos no entendían sus palabras y temían preguntarle. Y llegaron a Cafarnaún. Estando ya en casa, les preguntó: -¿De qué hablabais por el camino? Pero ellos callaban, porque en el camino habían discutido entre sí sobre quién sería el mayor. Entonces se sentó y, llamando a los doce, les dijo: -Si alguno quiere ser el primero, que se haga el último de todos y servidor de todos. Y acercó a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: -El que reciba en mi nombre a uno de estos niños, a mí me recibe; y quien me recibe, no me recibe a mí, sino al que me ha enviado”.

“Y no quería que nadie lo supiese, porque iba instruyendo a sus discípulos. Y les decía: -El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán, y después de muerto resucitará a los tres días”.

Jesús se preocupaba de instruir personalmente a sus apóstoles. Sabía muy bien que estos tendrían que ser luego formadores de otras personas. A pesar de ello, debido a la limitación de sus mentes y a la pequeñez de sus corazones no le entendían en muchas ocasiones. A Jesús no le extrañaba ello y les decía: No os preocupéis, pues luego vendrá el Espíritu Santo, el cual os recordará todo lo que yo os enseñé.

“Pero ellos no entendían sus palabras y temían preguntarle”.

Que no caigamos nosotros en el mismo error. Nunca tengamos miedo de preguntarle a Jesús. Si Él lo ve conveniente nos lo explicará.

Domingo XXIV del T.O. (B) (15 septiembre 2024)

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Domingos y Festivos.

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Mc 8: 27-35

“Iba Jesús con sus discípulos a las aldeas de Cesárea de Filipo, y en el camino les preguntó: ¿Quién dicen los hombres que soy yo? Ellos le respondieron diciendo: Unos, que Juan Bautista; otros, que Elías, y otros, que uno de los profetas." Él les preguntó: Y vosotros, ¿quién decís que soy? Respondiendo Pedro, le dijo: Tú eres el Cristo. Y les encargó que a nadie dijeran esto de Él. Comenzó a enseñarles cómo era preciso que el Hijo del hombre padeciese mucho, y que fuese rechazado por los ancianos y los príncipes de los sacerdotes y los escribas, y que fuese muerto y resucitase después de tres días. Claramente les hablaba de esto. Pedro, tomándole aparte, se puso a reprenderle. Pero Él, volviéndose y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro y le dijo: Quítate allá, Satán, porque no sientes según Dios, sino según los hombres. Llamando a la muchedumbre y a los discípulos, les dijo: El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Pues quien quiera salvar su vida, la perderá, y quien pierda la vida por mí y el Evangelio, ése la salvará”.

¿Quién dicen los hombres que soy yo?

La fama de Jesús se fue extendiendo en las regiones que visitaba. La gente vio en Él a un profeta como Juan el Bautista o Elías; pero no tenían realmente una idea clara de quién era. Es entonces cuando le pregunta a sus propios discípulos:

Y vosotros, ¿quién decís que soy?

Pedro dijo que era el Cristo, el Mesías esperado. Aunque San Marcos no nos da más información, sabemos que fue Dios Padre quien se lo reveló a Pedro (Mt 16:17). No es suficiente la razón humana para conocer realmente a Jesús; para ello necesitamos la “revelación” que hace Dios a través de su Espíritu.

Domingo XXIII del T.O. (B) (8 septiembre 2024)

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Domingos y Festivos.

Curación de un sordomudo 

(Mc 7: 31-37)

“Dejando de nuevo los términos de Tiro, se fue por Sidón hacia el mar de Galilea, atravesando los términos de la Decápolis. Le llevaron un sordo y tartamudo, rogándole que le impusiera las manos, y, tomándole aparte de la muchedumbre, le metió los dedos en los oídos, escupió (en el dedo) y le tocó la lengua, y, mirando al cielo, suspiró y dijo: “Ephata,” que quiere decir ábrete;" y se abrieron sus oídos y se le soltó la lengua, y hablaba expeditamente. Les encargó que no lo dijesen a nadie; pero cuanto más se lo encargaba, mucho más lo publicaban," y sobremanera se admiraban, diciendo: Todo lo ha hecho bien: a los sordos hace oír y a los mudos hace hablar”.

Independientemente del milagro de la curación que nos refiere este evangelio, hay en el relato muchos detalles interesantes que podrían pasar inadvertidos.

1.- “Le llevaron un sordo y tartamudo”: Hubo buenas personas que dándose cuenta de las limitaciones de esta persona para explicarse a Jesús su problema (imposible de escucharle y difícilmente podía comunicarle lo que le pasaba, pues era sordo y tartamudo), se prestaron para ayudarle. El apostolado es necesario. En muchas ocasiones la persona que sufre la “enfermedad” difícilmente se acercará a Jesús a no ser que nosotros le ayudemos. Su misma “enfermedad” será un obstáculo para hacerlo, por lo que necesitará nuestra ayuda.

2.- “Le rogaron” a Cristo”: Aparte de llevar al enfermo cerca de Jesús, tendremos que pedirle para que interceda por él. La oración es un medio muy importante y necesario; pues es el principal instrumento que tenemos para comunicarnos con Dios. No olvidemos que cuando rezamos, es el mismo Espíritu quien ora en nosotros con gemidos inenarrables (Rom 8:26). Y Jesucristo no puede dejar de escuchar la voz del mismo Espíritu.

Domingo XXII del T.O. (B) (1 septiembre 2024)

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Domingos y Festivos.

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(San Marcos 7:1-8, 14-15, 21-23)

“Se reunieron junto a él los fariseos y algunos escribas que habían llegado de Jerusalén, y vieron a algunos de sus discípulos que comían los panes con manos impuras, es decir, sin lavar. Pues los fariseos y todos los judíos nunca comen si no se lavan las manos muchas veces, observando la tradición de los mayores; y cuando llegan de la plaza no comen, si no se purifican; y hay otras muchas cosas que guardan por tradición: purificaciones de las copas y de las jarras, de las vasijas de cobre y de los lechos. Y le preguntaban los fariseos y los escribas: -¿Por qué tus discípulos no se comportan conforme a la tradición de los mayores, sino que comen el pan con manos impuras? Él les respondió: -Bien profetizó Isaías de vosotros, los hipócritas, como está escrito: "Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está muy lejos de mí." "Inútilmente me dan culto,  mientras enseñan doctrinas  que son preceptos humanos". »Abandonando el mandamiento de Dios, retenéis la tradición de los hombres.

Y después de llamar de nuevo a la muchedumbre, les decía: -Escuchadme todos y entendedlo bien: nada hay fuera del hombre que, al entrar en él, pueda hacerlo impuro; las cosas que salen del hombre, ésas son las que hacen impuro al hombre.

Porque del interior del corazón de los hombres proceden los malos pensamientos, las fornicaciones, los robos, los homicidios, adulterios, los deseos avariciosos, las maldades, el fraude, la deshonestidad, la envidia, la blasfemia, la soberbia y la insensatez. Todas estas cosas malas proceden del interior y hacen impuro al hombre”.

“Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está muy lejos de mí”.

El hombre a veces anda más preocupado del cumplimiento de las tradiciones que afectan a su modo de vestir, actuar… que de la limpieza de su corazón. Es bastante frecuente que nos preocupemos de que la casa esté limpia; pero ¡qué poco nos preocupamos de que nuestro corazón también lo esté! Nos daría vergüenza que los hombres nos vieran con la ropa sucia o los zapatos rotos; pero en cambio no nos preocupa si nos “ven” con el alma sucia. La ropa sucia habla poco a favor de quien la lleva, pero no suele hacer daño a terceros (salvo el mal olor…); pero el alma sucia no sólo le hace daño a él sino a todos los que conviven con él.

Domingo XXI del T.O. (B) (25 agosto 2024)

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Domingos y Festivos.

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(Jn 6: 60-69)

“Al oír esto, muchos de sus discípulos dijeron: -Es dura esta enseñanza, ¿quién puede escucharla? Jesús, conociendo en su interior que sus discípulos estaban murmurando de esto, les dijo: -¿Esto os escandaliza? Pues, ¿si vierais al Hijo del Hombre subir adonde estaba antes? El espíritu es el que da vida, la carne no sirve de nada: las palabras que os he hablado son espíritu y son vida. Sin embargo, hay algunos de vosotros que no creen. En efecto, Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían y quién era el que le iba a entregar. Y añadía: -Por eso os he dicho que ninguno puede venir a mí si no se lo ha concedido el Padre. Desde ese momento muchos discípulos se echaron atrás y ya no andaban con él. Entonces Jesús les dijo a los doce: -¿También vosotros queréis marcharos? Le respondió Simón Pedro: -Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros hemos creído y conocido que tú eres el Santo de Dios”.

Según nos dice este evangelio, muchos de los que seguían a Cristo le abandonaron al oír estas palabras. Para muchos cristianos tener fe, es aceptar de Dios lo que puede entender o considerar como aceptable.

La fe no se fundamenta en el hecho de que nosotros podamos entender lo que Él nos propone para creer, sino en la confianza que tenemos en Él, que por ser Dios, no puede engañarse ni engañarnos (Vaticano I).

Cuando el hombre limita los contenidos de su fe a lo que él puede entender, entonces su “fe” se hace raquítica; es más, ya no es una virtud sobrenatural. Y como consecuencia de ello, el hombre rechazará todo aquello que le parezca exagerado. Por ejemplo: Que Dios se haya hecho hombre; que Jesucristo haya muerto por amor a nosotros; que se haya quedado realmente con nosotros en el Sacramento de la Eucaristía, que persone nuestros pecados; que nos haya regalado a su Madre; que María pueda ser virgen y madre al mismo tiempo; que nos dé una segunda oportunidad para enmendar nuestro camino; que resucitara después de haber muerto; que haya una vida eterna cuando la vida presente se acabe.

Domingo XX del T.O. (B) (18 agosto 2024)

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Domingos y Festivos.

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Jn 6: 51-58

“Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. Si alguno come este pan vivirá eternamente; y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo. Los judíos se pusieron a discutir entre ellos: -¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Jesús les dijo: -En verdad, en verdad os digo que si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo le resucitaré en el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Igual que el Padre que me envió vive y yo vivo por el Padre, así, aquel que me come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo, no como el que comieron los padres y murieron: quien come este pan vivirá eternamente”.

“Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. Si alguno come este pan vivirá eternamente”

Cristo asocia disfrutar del cielo al hecho de recibirle sacramentalmente en la Comunión. Sólo Dios puede hacer una promesa así. ¡Cuántas personas pagarían por vivir un día más aquí en la tierra! En cambio ¡qué pocas personas se dan cuenta de este inmenso regalo que Dios nos da todos los días!

“Si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros”

Jesús nos habla de una nueva vida, la de la gracia. Esta nueva vida se recibe al “comer su carne y beber su sangre”. Del mismo modo que el alimento nutre nuestro cuerpo, “el pan del cielo” da fuerzas y revivifica nuestra alma.

Domingo XIX del T.O. (B) (11 agosto 2024)

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Domingos y Festivos.

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(Jn 6: 41-51)

“Los judíos, entonces, comenzaron a murmurar de él por haber dicho: «Yo soy el pan que ha bajado del cielo». Y decían: -¿No es éste Jesús, el hijo de José, de quien conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo es que ahora dice: «He bajado del cielo»? Respondió Jesús y les dijo: -No murmuréis entre vosotros. Nadie puede venir a mí si no le atrae el Padre que me ha enviado, y yo le resucitaré en el último día. Está escrito en los Profetas: "Y serán todos enseñados por Dios". Todo el que ha escuchado al que viene del Padre, y ha aprendido, viene a mí. No es que alguien haya visto al Padre, sino que aquel que procede de Dios, ése ha visto al Padre. En verdad, en verdad os digo que el que cree tiene vida eterna. »Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron. Éste es el pan que baja del cielo, para que si alguien lo come no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. Si alguno come este pan vivirá eternamente; y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo”.

El evangelio de hoy es un fragmento del famoso discurso eucarístico. Discurso que escandalizó a los judíos y ahuyentó a algunos de los que le seguían; pues en él, Cristo se proclama que es Hijo de Dios y “pan de vida” necesario para alcanzar la vida eterna.

Los judíos, entonces, comenzaron a murmurar de él por haber dicho: «Yo soy el pan que ha bajado del cielo».

Con mucha frecuencia limitamos nuestra fe a las cosas que entendemos, y en cambio rechazamos aquellas cosas que nos parecen humanamente imposibles o exageradas. La auténtica fe no se fundamenta en el hombre sino en Dios, el cual al ser bueno y omnisciente no puede engañarse ni engañarnos. (Vaticano I)

Domingo XVIII del T.O. (B) (4 agosto 2024)

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Domingos y Festivos.

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(Jn 6: 24-35)

“Cuando la multitud vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaún buscando a Jesús. Y al encontrarle en la otra orilla del mar, le preguntaron: -Maestro, ¿cuándo has llegado aquí? Jesús les respondió: -En verdad, en verdad os digo que vosotros me buscáis no por haber visto los signos, sino porque habéis comido los panes y os habéis saciado. Obrad no por el alimento que se consume sino por el que perdura hasta la vida eterna, el que os dará el Hijo del Hombre, pues a éste lo confirmó Dios Padre con su sello. Ellos le preguntaron: -¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios? Jesús les respondió: -Ésta es la obra de Dios: que creáis en quien Él ha enviado. Le dijeron: -¿Y qué signo haces tú, para que lo veamos y te creamos? ¿Qué obras realizas tú? Nuestros padres comieron en el desierto el maná, como está escrito: "Les dio a comer pan del cielo". Les respondió Jesús: -En verdad, en verdad os digo que Moisés no os dio el pan del cielo, sino que mi Padre os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que ha bajado del cielo y da la vida al mundo. -Señor, danos siempre de este pan -le dijeron ellos. Jesús les respondió: -Yo soy el pan de vida; el que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá nunca sed”.

“Cuando la multitud vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaún buscando a Jesús”

Las multitudes buscaban a Jesús; pero parece ser que las razones por las cuales le buscaban no eran espirituales sino puramente humanas y materiales. ¡Cuánto se parece esa actitud a la nuestra! ¡En cuántas ocasiones hemos buscado a Jesús más para que nos dé el pan de cada día que para encontrar consuelo para nuestras almas!

Hace unos días, estando en el confesionario, oía a una persona que al entrar en la Iglesia decía: “¡Qué a gusto se está aquí!” Ante esta expresión me sentí por unos segundos feliz y pensé: “Por lo menos esta persona se ha dado cuenta que a la Iglesia se viene a buscar a Jesús”; pero mi felicidad duró sólo unos segundos, pues acto seguido añadió: ¡Aquí sí que se está fresquito!”.

Domingo XVII del T.O. (B) (28 julio 2024)

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Domingos y Festivos.

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Jn 6: 1-15

“Después de esto partió Jesús a la otra orilla del mar de Galilea, el de Tiberíades. Le seguía una gran muchedumbre porque veían los signos que hacía con los enfermos. Jesús subió al monte y se sentó allí con sus discípulos. Pronto iba a ser la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús, al levantar la mirada y ver que venía hacia él una gran muchedumbre, le dijo a Felipe: -¿Dónde vamos a comprar pan para que coman éstos? -lo decía para probarle, pues él sabía lo que iba a hacer. Felipe le respondió: -Doscientos denarios de pan no bastan ni para que cada uno coma un poco. Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: -Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero, ¿qué es esto para tantos? Jesús dijo: -Mandad a la gente que se siente -había en aquel lugar hierba abundante. Y se sentaron un total de unos cinco mil hombres. Jesús tomó los panes y, después de dar gracias, los repartió a los que estaban sentados, e igualmente les dio cuantos peces quisieron. Cuando quedaron saciados, les dijo a sus discípulos: -Recoged los trozos que han sobrado para que no se pierda nada. Y los recogieron, y llenaron doce cestos con los trozos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. Aquellos hombres, viendo el signo que Jesús había hecho, decían: -Éste es verdaderamente el Profeta que viene al mundo. Jesús, conociendo que estaban dispuestos a llevárselo para hacerle rey, se retiró otra vez al monte él solo”.

“Le seguía una gran muchedumbre porque veían los signos que hacía con los enfermos”.

Cuando la gente sabía dónde estaba Jesús, acudían desde los alrededores por cientos e incluso miles. El mismo evangelio nos da la razón: “porque veían los milagros que hacía con los enfermos”. El corazón de Jesús no era indiferente al sufrimiento que le rodeaba, por lo que intentaba ayudarles y al mismo tiempo aprovechaba para predicar la Buena Nueva del Reino de Dios. Esta misma preocupación la vemos en este otro detalle que el evangelio nos trae: ¿Dónde vamos a comprar pan para que coman éstos?

Fiesta de Santiago Apóstol (25 julio)

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Domingos y Festivos.

Santiago Apostol

Patrono de Pastrana

En España es fiesta de precepto.

Santiago es uno de los doce Apóstoles de Jesús; hijo de Zebedeo. Él y su hermano Juan fueron llamados por Jesús mientras estaban arreglando sus redes de pescar en el lago Genesaret.

Recibieron de Cristo el nombre "Boanerges", significando hijos del trueno, por su impetuosidad.

En los evangelios se relata que Santiago tuvo que ver con el milagro de la hija de Jairo. Fue uno de los tres Apóstoles testigos de la Transfiguración y luego Jesús le invitó, también con Pedro y Juan, a compartir mas de cerca Su oración en el Monte de los Olivos.

Los Hechos de los Apóstoles relatan que éstos se dispersaron por todo el mundo para llevar la Buena Nueva.  Según una antigua tradición, Santiago el Mayor se fue a España. Primero a Galicia, donde estableció una comunidad cristiana, y luego a la cuidad romana de Cesar Augusto, hoy conocida como Zaragoza. La Leyenda Aurea de Jacobus de Voragine nos cuenta que las enseñanzas del Apóstol no fueron aceptadas y solo siete personas se convirtieron al Cristianismo. Estos eran conocidos como los "Siete Convertidos de Zaragoza".  Las cosas cambiaron cuando la Virgen Santísima se apareció al Apóstol en esa ciudad, aparición conocida como la Virgen del Pilar. Desde entonces la intercesión de la Virgen hizo que se abrieran extraordinariamente los corazones a la evangelización de España.

Domingo XVI del T.O. (B) (21 julio 2024)

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Domingos y Festivos.

Mc 6 30-34

(San Marcos 6: 30-34)

“Reunidos los apóstoles con Jesús, le explicaron todo lo que habían hecho y enseñado. Y les dice: -Venid vosotros solos a un lugar apartado, y descansad un poco. Porque eran muchos los que iban y venían, y ni siquiera tenían tiempo para comer. Y se marcharon en la barca a un lugar apartado ellos solos. Pero los vieron marchar, y muchos los reconocieron. Y desde todas las ciudades, salieron deprisa hacia allí por tierra y llegaron antes que ellos. Al desembarcar vio una gran multitud y se llenó de compasión por ella, porque estaban "como ovejas que no tienen pastor", y se puso a enseñarles muchas cosas”.

“Reunidos los apóstoles con Jesús, le explicaron todo lo que habían hecho y enseñado”: Una vez que los apóstoles hubieron concluido la misión a la cual el Señor les había mandado volvieron a Él a contarle.

Es Jesús quien manda a los apóstoles a cumplir una misión: enseñar, convertir, bautizar… El sacerdote nunca actúa en nombre propio, sino en nombre de Jesús. Es el Señor quien les da el poder, la misión… Los apóstoles lo único que han de intentar es ser fieles para que Jesucristo crezca y sea conocido por los hombres: “Es necesario que Él crezca y yo disminuya” (Jn 3:30).

Una vez que han cumplido con la misión vuelven a Jesús a contarle: El apóstol necesita permanecer en contacto continuo con su Maestro. Eso lo consigue principalmente a través de la oración personal. Es en la oración cuando pide por su grey, cuando le comenta al Señor las necesidades que tiene, cuando le pide ayuda para que le ilumine y enseñe cuál es el mejor camino.