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Cuentos con moraleja: "Mis abogados defensores"

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Cuentos con moraleja.

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Después de haber vivido decentemente en la tierra, mi vida llegó a su fin. Lo primero que recuerdo es que estaba sentado sobre un banco, en la sala de espera de lo que imaginaba era un juzgado. La puerta se abrió y se me ordenó entrar y sentarme en el banquillo de los acusados. Cuando miré a mi alrededor vi al fiscal, quien tenía apariencia de villano y me miraba fijamente; era la persona más demoníaca que había visto jamás.

Me senté, miré hacia la izquierda y allí estaba mi abogado, un caballero con una mirada bondadosa cuya apariencia me era familiar. Junto a él una mujer un poquito mayor que él, que de vez en cuando le cuchicheaba al oído.

La puerta de la esquina se abrió y apareció el Juez vestido con una túnica impresionante. Su presencia demandaba admiración y respeto. Yo no podía quitar mis ojos de Él. Se sentó y dijo:

Cuentos con moraleja: "El milagro de la canción de un hermano"

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Cuentos con moraleja.

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Como cualquier madre, cuando Karen se enteró de que otro bebé venía de camino, hizo lo que pudo para ayudar a su hijo de cuatro años a prepararse para la llegada del nuevo hermanito. Cuando Michael se enteró se llenó de gran alegría. A Michael le gustaba cantarle bellas e infantiles canciones mientras ponía las manos en la barriguita de su mamá y sentía el movimiento del nuevo hermano.

El embarazo progresó normalmente para Karen, un miembro activo de la Iglesia de St Patrick en Morristown, Tennessee. Llegaron las contracciones del parto, pero surgieron complicaciones, por lo que fue llevada rápidamente al hospital. Los médicos dijeron que iba a ser un parto de horas y que probablemente requeriría de una cesárea.

Finalmente, la pequeña hermana de Michael nació; pero estaba grave. Con la sirena aullando en la noche, la ambulancia llevó al bebé a toda prisa a la Unidad Neonatal de Cuidados Intensivos del Hospital St. Mary’s en Knoxville, Tennessee.

Los días pasaron lentamente. La pequeña empeoró. El pediatra dijo a los padres:

—Hay muy pocas esperanzas. Estén preparados para lo peor.

Cuentos con moraleja: "Para animarle a usted"

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Cuentos con moraleja.

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Dos hombres, los dos muy enfermos, ocupaban la misma habitación de un hospital A uno se le permitía sentarse en su cama cada tarde durante una hora para ayudarle a drenar el líquido de sus pulmones. Su cama daba a la única ventana de la habitación. Durante horas hablaban de sus mujeres y sus hijos, sus hogares, sus trabajos, su estancia en el servicio militar, dónde habían estado de vacaciones…

Y cada tarde, cuando el hombre de la cama junto a la ventana podía sentarse, pasaba el tiempo describiendo a su vecino todas las cosas que podía ver desde la ventana.

El hombre de la otra cama empezó a desear que llegaran esas horas en que su mundo se ensanchaba y cobraba vida con todas las actividades y colores del mundo exterior. La ventana daba a un parque con un precioso lago. Patos y cisnes jugaban y jóvenes enamorados paseaban de la mano entre flores de todos los colores del arco iris. Grandes árboles adornaban el paisaje y se podía ver en la distancia una bella vista de la ciudad.

Cuentos con moraleja: "Aprendamos a controlar nuestros nervios"

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Cuentos con moraleja.

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Una pareja de jóvenes llevaba varios años casados y no habían podido tener hijos. Para no sentirse solos, compraron un cachorro y lo querían como si fuera su propio hijo.

El cachorro creció hasta convertirse en un grande y hermoso perro; salvó en más de una ocasión a la pareja de ser atacada por ladrones. Siempre fue muy fiel, quería y defendía a sus dueños contra cualquier peligro.

Después de siete años de tener al perro, la pareja logró tener el hijo tan ansiado. La pareja estaba muy contenta con su nuevo hijo y disminuyeron las atenciones al perro. Este se sintió relegado y comenzó a sentir celos del bebé y ya no era el perro tan cariñoso y fiel que tuvieron durante siete años; o al menos esa era la impresión que a ellos les daba.

Cuentos con moraleja: "Dios no se arrepiente de lo que hizo"

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Cuentos con moraleja.

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Había un puente que atravesaba un gran río. Durante la mayor parte del día, el puente permanecía abierto de modo que los abundantes barcos que pasaban pudiesen navegar libremente. Pero a determinada hora, los carriles bajaban colocándose en forma horizontal a fin de que algunos trenes pudiesen cruzar el río. Desde una pequeña cabina que había a un lado del puente, un hombre accionaba los controles para que el puente bajara cuando, desde lejos, el silbido que anunciaba la cercanía del tren, le avisaba que estaba para llegar.

Una noche, el operador estaba esperando el último tren para activar los controles y bajar el puente; vio a lo lejos las luces del tren y esperó a oír el silbido para bajarlo. Cuando se dirigió al cuadro de mandos advirtió horrorizado que los controles no funcionaban correctamente y que el pulsador que accionaba la apertura y cierre del puente estaba cortocircuitado. Si no hacía algo rápidamente el tren caería irremediablemente al río.

Cuentos con moraleja: "Dios tiene una misión para cada uno"

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Cuentos con moraleja.

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Había dos piedrecitas que vivían en medio de otras en el lecho de un torrente. Se distinguían de las demás porque eran de un intenso color azul. Cuando les daba el sol, brillaban como dos pedacitos de cielo caídos al agua. A ellas les gustaba pensar en qué se convertirían cuando alguien las descubriera:

Acabaremos en la corona de una reina, decía la una a la otra.

Un día por fin fueron recogidas por una mano humana. Varios días estuvieron sofocándose en diversas cajas, hasta que alguien las tomó y oprimió contra una pared, igual que otras, introduciéndolas en un lecho de cemento pegajoso, lloraron, suplicaron, insultaron, amenazaron, pero unos golpes de martillo las hundieron todavía más en aquel cemento. A partir de entonces sólo pensaban en huir.

Trabaron amistad con un hilo de agua que de cuando en cuando corría por encima de ellas y le decían:

—Fíltrate por debajo de nosotras y arráncanos de esta maldita pared.

Cuentos con moraleja: "Salvado por un Padrenuestro"

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Cuentos con moraleja.

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Tony, un joven cercano a los veinte, era el cuarto hijo de una familia profundamente católica de Minnesota. A pesar de haber realizado una adecuada catequesis, recibido los sacramentos y llevar una discreta vida de piedad con su familia, la influencia de un amigo ateo cuando llegó a la universidad le llenó su mente de dudas, abandonó la práctica de la religión, y con ello su fe se fue apagando paulatinamente hasta casi dejar de creer en Dios.

Estaba empezando su segundo año de leyes en una universidad cercana a su pueblo natal. Le apasionaba la natación, y desde bien joven comenzó a practicar el salto de trampolín. Durante los veranos era la atracción de las chicas saltando desde el trampolín en la piscina del pueblo. Los entrenadores del equipo universitario pronto se dieron cuenta de su valía, por lo que le propusieron pertenecer al equipo de salto de la universidad. Aunque saltaba desde todas las alturas, su especialidad era el salto desde el trampolín de 10 metros.

Una noche, acabado sus estudios en casa de un amigo, pensó que sería bueno irse a la piscina universitaria a dar unos saltos antes de acostarse. Cuando llegó al recinto deportivo se encontró que todas las puertas estaban cerradas. Conociendo un truco –que sabían todos los universitarios- se coló en la piscina. Todas las luces estaban apagadas, pero como la noche estaba clara y la luna brillaba radiante en su lleno, había suficiente iluminación para practicar.

Cuentos con moraleja: "¿Escucha Dios nuestras oraciones?

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Cuentos con moraleja.

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Un joven fue a una reunión bíblica en la casa de un matrimonio amigo. El matrimonio dividió el estudio entre oír a Dios y obedecer la palabra del Señor. El joven solo quería saber si Dios aún hablaba con las personas y escuchaba sus oraciones.

Después de la reunión, se fue a tomar un café con los amigos. Eran aproximadamente las 10 de la noche cuando el joven se despidió de sus amigos y se dirigió a su casa.

Ya en su coche, comenzó a pedir:

—Señor Si aún hablas con las personas, habla conmigo. Yo te escucharé. Haré todo lo que me digas.

Mientras conducía por la avenida principal de la ciudad, tuvo un pensamiento muy extraño, como si una voz hablase dentro de su cabeza:

—¡Para y compra un litro de leche!

 Movió su cabeza y dijo en voz alta:

—¿Eres tu Señor?

No obtuvo respuesta y continuó para su casa. Sin embargo, nuevamente, surgió el pensamiento:

Cuentos con moraleja: "Si sigues estos consejos heredarás un reino"

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Cuentos con moraleja.

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Érase una vez un reino que estaba regido por un rey muy cristiano y con fama de santidad pero que no tenía hijos. El monarca envió a sus heraldos a colocar un anuncio en todos los pueblos y aldeas de sus dominios.

Cualquier joven que reuniera los requisitos exigidos, para aspirar a ser posible sucesor al trono, debería solicitar una entrevista con el Rey. A todo candidato se le exigían dos requisitos imprescindibles: Amar a Dios y demostrar con hechos que amaba a su prójimo.

En una aldea muy lejana, un joven leyó el anuncio real y creyó que él cumplía los requisitos, pues amaba a Dios y también a sus vecinos. Una sola cosa le impedía ir. Era tan pobre que no contaba con vestimentas dignas para presentarse ante el santo monarca, ni tenía dinero para hacer tan largo viaje.

Trabajó de día y noche. Ahorró todo lo que pudo, y cuando tuvo una cantidad suficiente para el viaje, vendió sus pertenencias, compró ropas finas, algunas joyas y emprendió el viaje.

Algunas semanas después, habiendo agotado casi todo su dinero y estando a las puertas de la ciudad donde vivía el gran rey se encontró con un pobre pidiendo limosna. Aquél pobre hombre tiritaba de frío, cubierto sólo por harapos. Sus brazos extendidos rogaban auxilio. Imploró con una débil y ronca voz:

—Estoy hambriento y tengo frío. ¡Por favor ayúdame!

Cuentos con moraleja: "Jesús está a la puerta"

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Cuentos con moraleja.

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Esta es la breve historia de un pintor que empezaba a ser conocido por sus creaciones singulares, todas ellas llenas de un profundo mensaje. Después de haber pintado como una docena de cuadros llegó el día de su primera exhibición pública. El periódico local había hecho mucha publicidad con el fin de que todo el pueblo acudiera a la cita en la galería.

El día de la presentación al público asistieron las autoridades locales, fotógrafos, periodistas y mucha gente para contemplar las pinturas. Todas estaban a la vista; todas menos una que permanecía cubierta con un paño, pues se suponía que era un regalo que el pintor iba a hacer a la ciudad. Llegado el momento, se reunieron todos en la sala central de la galería donde se encontraba el cuadro, y el director de la galería, después de hacer las introducciones pertinentes llamó al alcalde para que tirara del paño que cubría el cuadro.

Una vez descubierto el cuadro hubo un caluroso aplauso. Era una impresionante figura de Jesús tocando suavemente la puerta de una casa. Jesús parecía vivo. Con el oído junto a la puerta, parecía querer oír si dentro de la casa alguien le respondía. Todos admiraron aquella preciosa obra de arte.

De repente una curiosa niña observó lo que ella creyó ser un error en el cuadro: la puerta no tenía cerradura.

Cuentos con moraleja: "A Dios rogando y con el mazo dando"

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Cuentos con moraleja.

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Un día un hombre joven decidió poner a prueba la providencia del Señor. En muchas ocasiones había oído decir al sacerdote de su parroquia que Dios era un Padre bondadoso que se ocupaba de todas sus criaturas. El hombre quería saber si también se ocuparía de él y le mandaría lo que cada día necesitara.

Una buena mañana decidió internarse en un bosque solitario que había a pocos kilómetros de su casa para esperar allí que Dios le enviara su sustento diario. Pasó una mañana, y no consiguió nada para comer, se internó más aún en el bosque, y se acostó en un claro. Revoloteando por el suelo se encontró a una paloma malherida por el tiro de un furtivo cazador. Tenía una pata rota y un ala quebrada. No podía volar ni caminar y como consecuencia no podía valerse por sí misma para encontrar el sustento. En esas condiciones no le quedaba otra posibilidad que la de morir de hambre, a menos que la providencia de Dios la ayudara. Nuestro amigo se quedó mirándola, en espera de ver lo que sucedía.

Unas horas más tarde vio acercarse un águila grande que traía entre sus garras un trozo de pan. Sobrevoló rápidamente la paloma y le arrojó la comida, como para que no tuviera más trabajo que comérsela. Realmente, el hecho demostraba que Dios se ocupaba de sus pobres criaturas; y hasta se había interesado de esta pobre paloma malherida. Por lo tanto no había nada que temer. Seguramente a él también le enviaría por intermedio de alguien lo que necesitaba para vivir. Y se quedó esperando todo el día con una gran fe en la providencia.