Octubre, el mes del Rosario
La devoción al Santo Rosario
El pueblo cristiano siempre ha sentido la necesidad de la mediación de María, Omnipotencia suplicante, y se multiplican así a lo largo de los siglos las devociones marianas. Sin embargo, entre las devociones a María, con el paso de los años, una se destaca claramente: el Santo Rosario. Se compone de veinte decenas de Avemarías, intercaladas por el rezo del Padrenuestro y del Gloria y añadiéndose al final las invocaciones de las letanías lauretanas. A la oración vocal se une la meditación de los misterios gozosos, dolorosos y gloriosos.
Hay una primera época en donde los cristianos solían recitar los 150 salmos del Oficio divino. Pero los que no sabían leer los sustituían por 150 Avemarías, sirviéndose para contarlas de granos enhebrados por decenas o de nudos hechos en una cuerda. A la vez se meditaba la vida de la Virgen.
Sin entrar en una discusión histórica se puede afirmar que es, sin duda, S. Domingo de Guzmán el hombre que en su época más contribuyó a la formación del Rosario y a su propagación, no sin inspiración de Santa María Virgen.
A finales del s. XV ya se rezaba el Rosario con una estructura similar a la de hoy: se rezan cinco o quince misterios, cada uno compuesto por diez Avemarías. Por último se fija el rezo de las letanías, cuyo origen en la Iglesia es muy antiguo.
Hay un hecho histórico importante para la difusión del Rosario: la batalla de Lepanto. San Pío V atribuyó la victoria de Lepanto (7 octubre 1571) a la intercesión de la Santísima Virgen, invocada en Roma y en todo el orbe cristiano por medio del Rosario. Con este motivo la piedad de los fieles añadió a las letanías lauretanas la invocación Auxilium christianorum. El año siguiente instituyó S. Pío V la fiesta de la conmemoración de la Virgen María de la Victoria, que Gregorio XIII quiso que se llamase Nuestra Señora del Rosario, pasando a ser fiesta universal de la Iglesia en 1716 con Clemente XI; su celebración se fijó en tiempos de S. Pío X el 7 de octubre.
La devoción al Rosario adquirió un notable impulso en tiempos de León XIII, añadiéndose a las letanías lauretanas la invocación «Reina del Santísimo Rosario». Todos los pontífices de los últimos siglos han promovido la devoción al Rosario.
En los últimos tiempos ha contribuido de manera especial a la fundamentación y propagación de esta devoción mariana los hechos milagrosos de Lourdes y Fátima: En esas apariciones, la Virgen pidió expresamente que rezásemos el Rosario.