Cuentos con moraleja: "¡Corta la cuerda! Dios te lo pide"

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Cuentos con moraleja.

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Cuentan que un alpinista, desesperado por conquistar el Aconcagua inició su ascenso después de años de preparación, pero queriendo la gloria para él solo subió sin compañeros. Empezó a subir y se le fue haciendo tarde, y más tarde. Nervioso e inquieto por llegar a la cima cuanto antes, no se preparó para acampar, sino que decidió seguir subiendo. Mucho antes de haber llegado a lo más alto, el sol se ocultó y pocos minutos después se hizo completamente de noche. Ya no se podía ver absolutamente nada. Todo era negro, no había luna y las estrellas estaban cubiertas por las nubes.

Subiendo por un acantilado, a sólo cien metros de la cima, se resbaló y se desplomó por los aires… caía a una velocidad vertiginosa, sólo podía ver veloces manchas más oscuras que pasaban en la misma oscuridad y la terrible sensación de ser succionado por la gravedad.

Seguía cayendo… y en esos instantes, pasaron por su mente todos los momentos de la vida. Él pensaba que iba a morir, sin embargo, de repente sintió un tirón muy fuerte que casi lo parte en dos… Sí, como todo alpinista experimentado, había clavado estacas de seguridad con candados a una larguísima soga que lo amarraba de la cintura.

Cuentos con moraleja: "Salvado por tres ducados"

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Cuentos con moraleja.

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En los primeros días del año 1200 una carroza real tirada por seis caballos blancos y rodeada de una nutrida escolta de caballeros, partía de la corte real de Valladolid con dirección a Francia. En el interior viajaba la infanta Dª Blanca de Castilla hija del Rey Alfonso VIII y prometida del Rey de Francia Luis VIII.

En la frontera le esperaba su prometido; y juntos se dirigieron a Paris. Al pasar por Toulouse dieron con la Plaza principal de la Villa donde iban a ajusticiar a un criminal. Lo acompañaban los jueces y el verdugo, en medio de la gran multitud atraída por la curiosidad que ese género de acontecimientos siempre despierta

Llegando frente a la horca, la reina vio al infeliz condenado ya con la cuerda al cuello. No pudo contener un grito y escondió el rostro entre las manos. El rey, entonces, se detuvo e hizo un gesto al verdugo para que esperase. Y dirigiéndose a los jueces, dijo:

—Señores magistrados, como señal de bienvenida la reina os pide que sea de vuestro agrado conceder a este hombre el perdón.

Esta intervención del rey fue recibida por unos con alegría y por otros con sorpresa. Pero los jueces respondieron:

Cuentos con moraleja: "No perdamos la oportunidad de hacer el bien"

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Cuentos con moraleja.

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Un hombre cogía cada día el autobús para ir al trabajo. Una parada después, una anciana subía también cada día al autobús con su perrito, y se sentaba en el lado de la ventana un asiento por delante de él.

La anciana abría una bolsa y durante todo el trayecto, iba tirando algo por la ventana. Siempre hacía lo mismo y un día, intrigado, el hombre le preguntó qué era lo que tiraba por la ventana.

- ¡Son semillas! - le dijo la anciana.

- ¿Semillas? ¿Semillas de qué?

- De flores Es que miro afuera y está todo tan vacío… Me gustaría poder viajar viendo flores durante todo el camino. ¿Verdad que sería bonito?

- Pero…Tardarán en crecer, necesitarán agua…

- Yo hago lo que puedo. ¡Ya vendrán los días de lluvia!

El hombre se despidió de la anciana y bajó del autobús para ir a su trabajo. No pudo quitarse de la mente que la anciana había perdido un poco la cabeza.

Cuentos con moraleja: "Un test para descubrir la auténtica santidad"

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Cuentos con moraleja.

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La historia que les traigo hoy es real. Le ocurrió a San Felipe Neri a finales del s. XVI.

Durante la vida de San Felipe Neri existió una monja en Italia que tenía fama de santidad. Se decía que continuamente tenía revelaciones y locuciones del cielo. Un día, el Papa mandó precisamente al padre Felipe al convento donde vivía la citada monja para que valorara su santidad.

Estaba San Felipe caminando por las calles de Roma, cuando de pronto sobrevino un gran aguacero. Aunque el santo se cubrió como pudo, pronto las calles se llenaron de barro. Él, empeñado en cumplir el encargo que le había dado el Papa prosiguió todo empapado y embarrado hasta el convento. Llegado al convento, preguntó enseguida por la monja y….

-Precisamente, dijo la hermana portera, ahí viene la santita con otras tres hermanas,-pues casi todas las monjas del convento estaban asombradas de las revelaciones que la santa decía tener.

La hermana caminaba muy seria y afligida, sin prestar atención a nadie y con la mente perdida en Dios.

Cuentos con moraleja: "No hay prisa"

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Cuentos con moraleja.

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Se cuenta que tres aprendices de demonios estaban recibiendo su último entrenamiento antes de venir al mundo para tentar a los hombres. Estaban hablando con Satanás, su jefe.

El primero dijo:

- Yo les diré que no hay Dios.

Satanás le contestó:

- Eso no va a engañar a muchos, porque de sobra saben que sí hay Dios.

El segundo demonio dijo:

- Yo les diré que no existe el infierno.

 Satanás le respondió:

- Por ese camino sólo engañarás a los que ya son míos. Así que tendrás que buscar otro modo.

El tercero: dijo:

- Yo les diré que no hay prisa; que hay mucho tiempo.

Satanás le contestó:

- ¡Bien dicho! Hazlo así. De esa manera engañarás a muchos.

Cuentos con moraleja: "No es tan difícil descubrir la estrategia del enemigo"

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Cuentos con moraleja.

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Érase una vez una zorra que, buscando comida, encontró un gallo bien cebado. Éste rápidamente se puso a salvo en lo alto de un árbol. La zorra se mostró dolida por tanta desconfianza.

—¿Por qué huyes? Sólo quería darte un abrazo fraternal— dijo muy ofendida la zorra.

—¡No soy tan tonto como para creerte!— replicó el gallo.

—Pero entonces, ¿no lo sabes?

—¿Qué es lo que tengo que saber?

—Se ha proclamado la paz universal —afirmó la zorra—. Ahora todos somos hermanos. Anda, baja, para que también nosotros podamos darnos el abrazo de la paz, porque tengo todavía que ir a abrazar a muchos otros hermanos con los que antes estaba enemistada.

—¡Qué bien! —fingió alegría el gallo. Entonces será mejor esperar a que lleguen aquellos perros de caza; seguramente ellos también querrán darte un abrazo de paz.

Cuentos con moraleja: "¡Hola! Soy tu ángel de la guarda"

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Cuentos con moraleja.

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¡Hola! Soy un ángel de la guarda. Todos sabéis cuál es mi misión, ¿verdad? Los ángeles de la guarda somos vuestros amigos y estamos siempre a vuestro lado. Cada niño tiene su ángel de la guarda. Y como hacéis muchas travesuras, ¡hemos de trabajar de firme para que no os suceda nada malo!

Cuando decís ¡Por poco me caigo!, pero no os habéis caído, ha sido vuestro ángel de la guarda quien os ha dado la mano. Cuando os cuesta mucho hacer alguna obra buena, y sin embargo, la hacéis, ha sido vuestro ángel quien os ha animado. No nos distraemos nunca. Aunque no nos veáis, siempre os cuidamos, pase lo que pase.

Como podéis imaginar, los ángeles sabemos muchas cosas: ¡hemos acompañado a tantos niños! Nos gusta mucho contarlas, sobre todo cuando son cosas buenas.

A mí me ha tocado en suerte ser el guardián de Miguel. Sus amigos dicen que Miguel tiene madera de capitán. ¿Sabéis lo que quiere decir eso? Pues que Miguel es un niño con muchas ideas y que les convence siempre a los demás. Tarde o temprano, todos hacen lo que él quiere.

¡Figuraos lo orgulloso que estoy! Ser el ángel de un futuro capitán, ¡casi nada!

Cuentos con moraleja: "De cómo encontrar un honesto recaudador de hacienda"

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Cuentos con moraleja.

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Érase una vez un famoso sultán nacido en Estambul a finales del siglo XV de nombre Solimán. Desde muy joven mostró grandes dotes para la guerra, el gobierno y la administración. Tanto fue así que le valió el sobrenombre de “El Magnífico”. Al final de su vida, cerca de 40 millones estaban bajo su mandato desde Turquía a Viena, y desde el norte de África hasta Hungría y Belgrado. Gran parte del éxito de su empresa fue el haberse rodeado de grandes filósofos, poetas, científicos, administradores…

El relato de hoy se detiene en un momento de su vida en el que, debido a la conquista de tan grandes territorios, y necesitado de dinero para seguir costeando todas sus empresas, decidió buscar un “honrado inspector de hacienda”.

Así pues, detengamos momentáneamente nuestros comentarios y adentrémonos de lleno en el relato de hoy; que aunque suene imaginario, tiene muchos visos de haber sido real.

Una mañana hizo llamar a su consejero más sabio, para que le ayudara a nombrar al inspector de hacienda con el fin de que le ayudara a administrar y cuidar las grandes riquezas de lo que la historia conoció con el nombre de “El Imperio Otomano”. Guardemos silencio, escuchemos la conversación, y analicemos los hechos que acontecieron en palacio ese día.

- ¿No hay ningún hombre honesto en este país que pueda recaudar los impuestos sin robar dinero? -se lamentó un sultán.

Acto seguido llamó a su consejero más sabio y le explicó el problema.

 - Alteza, anunciad que buscáis un nuevo recaudador, -dijo el consejero-, y dejadme a mí el resto.

Cuentos con moraleja: "De cómo Dios elige y da una vocación"

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Cuentos con moraleja.

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Un mesonero buscaba una vasija para un estimado cliente.

-Elígeme a mí -grita una copa dorada-. Brillo y estoy reluciente. Mi belleza y lustre superan a los de todas los demás. ¡El oro es lo mejor!

El mesonero siguió inspeccionando sin decir una sola palabra.

 Se quedó mirando una copa plateada de silueta curvilínea y alta:

-Estaré en tu mesa siempre que te sientes a comer. Mi diseño es elegante. Además, la plata viste mucho.

Sin prestar mayor atención a lo que oía, el mesonero puso sus ojos en una copa de bronce. Estaba pulida, y además era amplia y poco profunda:

Cuentos con moraleja: "La caridad siempre vence"

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Cuentos con moraleja.

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Un joven que deseaba ser monje se presentó al abad de un monasterio y le dijo:

-Me gustaría mucho ser un monje, pero no he aprendido nada importante en la vida. Lo único que me enseñó mi padre fue a jugar al ajedrez. Además, aprendí que en un monasterio no se necesita diversión para vivir.

-Puede ser que sí, -respondió el abad-,  ¿pero quién sabe si este monasterio no estará necesitando un poco de ella?

El abad pidió un tablero de ajedrez al hermano portero, pues sabía que le gustaba, y le pidió que jugara una partida con el muchacho. Pero antes de comenzar la partida dijo:

-Aun cuando necesitemos diversión, no podemos permitir que todo el mundo se pase el tiempo jugando al ajedrez. Entonces, solamente conservaremos aquí al mejor de los dos jugadores; si nuestro monje pierde, saldrá del monasterio y dejará la plaza para ti.

El joven comprendió que esta sería la partida más importante de su vida. En ese momento el color de su cara cambió, y un sudor frío ante tamaña responsabilidad le hizo temblar de miedo. La vida y el futuro de dos personas estaban en juego.

El abad se quedó allí mirando mientras que el monje y el muchacho comenzaban la partida. Después de varios movimientos, nuestro candidato comenzó a sacarle delantera al monje y a colocar sus piezas estratégicamente en el tablero. Cada nuevo movimiento, le costaba al monje un profundo suspiro, por no decir otra cosa; ocasionalmente miraba al cielo como buscando inspiración de lo alto, pero sus piezas negras seguían desapareciendo del tablero.

Cuentos con moraleja: "El hilo de la vida"

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Cuentos con moraleja.

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Las arañas desde que nacen, tienen que valerse por sí mismas y buscarse la vida. Uno de los primeros medios de desplazamiento que tienen, además de ir andando de un lugar a otro, es el de soltar un hilo de seda que segregan en su abdomen; y así, colgadas por el hilo y movidas por el viento, van “volando” de un lugar a otro.

Pues bien, el cuento de hoy va sobre una araña recién nacida que, movida por un fuerte viento, fue a parar a un bosque lejano y el hilito que pendía de su abdomen se enredó en la copa de un árbol muy alto. Como estaba anocheciendo, se acurrucó debajo de la hoja de una rama y allí pasó la noche.

Por fin se hizo de día. Los primeros rayos de sol iluminaron todo el bosque. Nuestra arañita, después de estirar las ocho patas y hacer unos pequeños ejercicios gimnásticos, pensó que era ya hora de tomarse un suculento desayuno. Como se encontraba en lo alto del árbol, comenzó a descender emitiendo un largo hilo de seda; y así, en pocos segundos, llegó al suelo. Ató el hilo del que iba colgada al pie del árbol, y comenzó a tejer una trampa para cazar algún insecto despistado.

Tiró un hilo hasta un arbusto cercano uniéndolo al que había utilizado para bajar; después otro, entrecruzándolo hasta una roca, y después otro más hasta unas raíces cercanas. Hecho el marco de lo que comenzaba a ser su tela de araña, tiró otros hilos empezando desde el centro, como si fueran los radios de una rueda de bicicleta. Y después, dando vueltas y vueltas en espiral fue tejiendo una finísima y preciosa telaraña. Una vez terminada su trampa, fue corriendo a esconderse.