varios2012_(11).jpg

Rezando por nuestros difuntos: El Purgatorio

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Teología y Catecismo.

purgatorio 3 C

El Purgatorio es la obra maestra de la justicia y de la misericordia de Dios. San Juan en el Apocalipsis nos dice que nada manchado puede entrar en la Jerusalén celeste, esto es, en el Paraíso (Apocalipsis 21, 27)

Pocas son, sin embargo, las almas privilegiadas que llegan al momento supremo de la muerte con la inocencia bautismal. El Espíritu Santo nos dice que aun el justo peca siete veces, o sea, muchas (Proverbios 24, 16). Todos faltamos y nos manchamos con muchas culpas, si no mortales, por lo menos veniales. Es cierto que con el arrepentimiento y con los Sacramentos podemos obtener el perdón de la misericordia divina, pero queda siempre la pena temporal que pagar. Para ello no es suficiente la pequeña penitencia que nos impone el confesor y las pocas penitencias y mortificaciones que nosotros mismos hacemos voluntariamente. Además, ¿quién nos asegura que en el momento de la muerte podremos lavar todas las culpas, aun las veniales, con una buena confesión? Desgraciadamente, aun cuando –como esperamos– nos presentemos delante del tribunal de Dios sin culpas graves, tendremos todavía muchas deudas que pagar y muchas imperfecciones que purificar.

¿Por qué es ilícito el uso de anticonceptivos? Y otros temas adyacentes

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Teología y Catecismo.

responsable

En este artículo hablaré de tres apartados muy importantes de la “castidad matrimonial cristiana”: El primero hace referencia a la licitud o no de los métodos anticonceptivos. El segundo habla del concepto cristiano de la paternidad responsable. Y el tercero, sobre la licitud o no de la fecundación artificial.

Es un tema realmente importante para la vida espiritual del matrimonio; pero del que apenas se oye hablar a los sacerdotes, bien por miedo, bien porque no se tengan las ideas claras. Por otro lado, los matrimonios normalmente no suelen preguntar al sacerdote, unas veces por pudor, otras por comodidad y otras, porque no encuentren a nadie de confianza que les pueda ayudar. De hecho es el problema que suele separar más matrimonios de la Confesión y Comunión. Por esa razón, intentaré hablar con claridad y resumir al máximo.

La devoción al Ángel Custodio (del Padre Pío)

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Teología y Catecismo.

pioyangelEl Padre Pío tenía una singular, delicada y respetuosa devoción al Ángel Custodio. Su «pequeño compañero de infancia», «el buen Angelito», fue siempre una ayuda para él. Fue el amigo obediente, cumplidor, puntual que, como gran maestro de santidad, ejerció sobre él un estímulo continuo para avanzar en el ejercicio de todas las virtudes.

Su actuación constante y discreta le sirvió de guía, de consejo, de apoyo.

Si, por una rabieta del demonio, le llegaban emborronadas de tinta las cartas de su confesor, sabía qué hacer para poder leerlas, porque «el angelito le había indicado que, cuando llegase la carta, antes de abrirla, la rociase con agua bendita» (Ep I, 321).

Cuando recibía una carta escrita en francés, era el Ángel Custodio el que le hacía de intérprete: «Si la misión de nuestro Ángel Custodio es importante, la del mío es ciertamente más amplia, porque debe hacer también de maestro en la traducción de otras lenguas» (Ep I, 304).

El Ángel Custodio era el amigo íntimo que por la mañana, después de haberlo despertado, alababa con él al Señor: «Por la noche, al cerrárseme los ojos, veo bajarse el velo y abrirse delante el paraíso; y, confortado con esta visión, duermo con una sonrisa de dulce felicidad en los labios y con una gran tranquilidad en la frente, en espera de que mi pequeño compañero de mi infancia venga a despertarme y, de esta forma, elevar juntos las laudes matutinas al Amado de nuestros corazones» (Ep I, 308).

Los frutos de la Sagrada Comunión

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Teología y Catecismo.

sagradacomunionFrutos de la Comunión en el alma

Según el R. P. Antonio Royo Marín, los principales efectos de la Sagrada Comunión bien recibida son los siguientes:

1) La Eucaristía nos une íntimamente con Cristo y, en cierto sentido, nos transforma en Él. Es el primer efecto y más inmediato puesto que en el recibimos real y verdaderamente el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad del mismo Cristo. “Yo soy el pan de vida… Yo soy el pan que bajó del cielo… Si uno come de este pan vivirá para siempre y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo. En verdad, en verdad, os digo, si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y Yo le resucitaré el último día. Porque mi carne mía es verdadera comida y mi sangre es verdaderamente bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, en Mí permanece y Yo en él. El que come de este pan vivirá eternamente” (Juan, 6, 35-58).

Los alimentos corporales que comemos, los transformamos en carne propia; por el contrario, al comulgar es Cristo quien nos transforma en Él, haciéndonos cada vez más semejantes a Él. El que comulga bien, puede decir con san Pablo: “Cristo vive en mí” (Gálatas, 2, 20). Esto es una maravillosa realidad.

La soberbia: el gran pecado del hombre

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Teología y Catecismo.

soberbia

Desde que el hombre fuera creado por Dios hasta nuestros días; y a pesar de los muchos avances que éste ha experimentado y descubrimientos que ha realizado, siempre ha tenido frente a sí una común tentación: la soberbia. Adán y Eva tuvieron que hacer frente al: “si coméis de este árbol seréis como Dios”. Y sabemos que cayeron en la tentación.

La soberbia es el pecado que ha conducido y seguirá conduciendo a más hombres al infierno. La soberbia es en el fondo la gran tentación que ha de superar todo hombre que vive, y que se reduce sencillamente a dar respuesta a esta pregunta: “¿Me reconoces a Mi como tu Creador? O ¿Prefieres ser tú tu propio dueño y señor?

En los últimos siglos esta tentación se ha disfrazado de multitud de formas y maneras, de tal modo que el hombre a veces no ha sido capaz de reconocerla. Ahora no se presenta tanto como un rechazo a Dios o un deseo de ser como Dios, cuanto un olvido de que hay un Ser Supremo al que tenemos que dar cuenta de nuestras acciones. La cultura actual da culto al cuerpo, a lo material, al bienestar puramente físico. Todo aquello que sea espiritual es minusvalorado, preterido o simplemente olvidado. Los padres se preocupan casi únicamente de la salud de sus hijos, y en cambio se olvidan de enseñarles a rezar, a que vayan a misa…. Aunque parece mentira, un niño cristiano aprende antes a manejar un teléfono móvil que a rezar el Padrenuestro.

El pequeño número de los que se salvan

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Teología y Catecismo.

infierno

Por San Leonardo de Puerto Mauricio

San Leonardo de Puerto Mauricio fue un fraile franciscano muy santo que vivió en el monasterio de San Buenaventura en Roma. Él fue uno de los más grandes misioneros en la historia de la Iglesia. Solía predicar a miles de personas en las plazas de cada ciudad y pueblo donde las iglesias no podían albergar a sus oyentes. Tan brillante y santa era su elocuencia que una vez cuando realizó una misión de dos semanas en Roma, el Papa y el Colegio de Cardenales fueron a oírle. La Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen, la adoración del Santísimo Sacramento y la veneración del Sagrado Corazón de Jesús fueron sus cruzadas. No fue en pequeña medida responsable de la definición de la Inmaculada Concepción hecha poco más de cien años después de su muerte. También nos dio las Alabanzas Divinas, que se dicen al final de la Bendición. Pero el trabajo más famoso de San Leonardo fue su devoción a las Estaciones de la Cruz. Tuvo una muerte santa a sus setenta y cinco años, después de veinticuatro años de predicación sin interrupciones. Uno de los sermones más famosos de San Leonardo de Puerto Mauricio fue “El Pequeño Número de los Que Se Salvan.” Fue en el que se basó para la conversión de grandes pecadores. Este sermón, así como sus otros escritos, fue sometido a examinación canónica durante el proceso de canonización. En él se examinan los diferentes estados de vida de los cristianos, y concluye con el pequeño número de los que se salvan, en relación a la totalidad de los hombres. El lector que medite sobre éste notable texto aprovechará la solidez de su argumentación, la cual le ha valido la aprobación de la Iglesia. Aquí está el vibrante y conmovedor sermón de éste gran misionero.

Proceso de Beatificación y Canonización

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Teología y Catecismo.

santos-catolicos

Historia

La Iglesia Católica canoniza o beatifica solo a aquellos cuyas vidas estuvieron marcadas por el ejercicio de las virtudes heroicas y sólo después de que esto ha sido probado por reputación conocida de santidad y por argumentos conclusivos. La Iglesia no ve en los santos más que amigos y siervos de Dios cuyas vidas santas les hicieron merecedores en especial forma de su amor. La Iglesia no pretende hacer dioses a los santos.

El origen de la canonización y beatificación se encuentra en la doctrina católica del culto, invocación e intercesión de los santos. Como fue enseñado por San Agustín, los católicos, mientras que únicamente a Dios le dan adoración, honran a los santos debido a sus virtudes que les han hecho ganar la vida eterna. Los santos están en el cielo como amigos escogidos y fieles servidores de Dios. En otras palabras, los católicos honran a Dios en sus santos. La veneración de latría, o adoración estrictamente hablando, se le da únicamente a Dios. La veneración de dulía, u honor y humilde reverencia, es dada a los santos. La veneración de hiperdulía, una forma más elevada de dulía, corresponde, debido a su mayor excelencia, a la Santísima Virgen María. La Iglesia erige y dedica sus altares únicamente a Dios, aunque honrando y recordando a los santos y mártires. Existe una garantía de la Escritura para tal alabanza en los pasajes donde se nos propone venerar a los ángeles (Ex. 23, 20ss; Jos. 5, 13; Dan. 8, 15ss; 10, 4ss; Lc. 2, 9ss; Hch. 12, 7ss; Ap.; 5, 11ss; 7, 1ss; Mt. 18, 10), de quienes no son muy diferentes los hombres y las mujeres santos, como copartícipes de la amistad con Dios. Y si San Pablo implora a los hermanos (Rom. 15, 30; 2Cor. 1, 11; Col. 4, 3; Ef. 6, 18s) que lo ayuden con sus oraciones a Dios por él, con mayor razón debemos mantener que podemos ser ayudados por las oraciones de los santos, y pedirles su intercesión con humildad. Si se lo pedimos a aquellos que aún están en la tierra, ¿por qué no a aquellos que ya viven en el cielo?

Confesionarios vacíos

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Teología y Catecismo.

confesionario vacio

Hace unos días me decía un sacerdote anciano: “Cuando yo era joven podía confesar continuamente y no me cansaba. Ahora para confesar a siete personas necesito por lo menos una hora”. Y yo, también sacerdote, aunque bastante más joven le respondía: “Pues yo para confesar a siete personas necesito por lo menos quince años”. ¡Quince años! Me respondió. ¡Sí, quince años! Pues nunca viene nadie a confesarse.

Hace unos meses fui nombrado párroco de una nueva iglesia, y como es habitual en mí, media hora antes de cada misa, ya sea de diario o dominical, me siento en el confesionario. Pero cuál fue mi sorpresa cuando vi que nadie acudía a la confesión. Varias semanas después hablé en una de las homilías de la necesidad de confesarse y ponerse en paz con Dios. Acabada la Misa se me acercó una viejita que me dijo: “Padre eso de confesarse está bien, pero el sacerdote anterior nos daba la comunión así no más. Nunca nos habló de que teníamos que confesarnos, y menos todavía, nunca lo vimos a él sentado en el confesionario”.

Cuando yo empezaba por los años ochenta el sacerdocio ministerial, mi director espiritual me aconsejó: “Mira, si quieres que la gente se confiese, lo primero que tienes que hacer es sentarte en el confesionario”. Durante treinta años así lo he hecho; pero a decir verdad mi experiencia ha sido bastante negativa, pues la gente sigue sin confesarse.

Fiesta del Sagrado Corazón de Jesús

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Teología y Catecismo.

Sagrado-corazon-de-Jesus

La difusión de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús se debe a santa Margarita de Alacoque a quien Jesús se le apareció con estas palabras: "Mira este corazón mío, que a pesar de consumirse en amor abrasador por los hombres, no recibe de los cristianos otra cosa que sacrilegio, desprecio, indiferencia e ingratitud, aún en el mismo sacramento de mi amor. Pero lo que traspasa mi Corazón más desgarradamente es que estos insultos los recibo de personas consagradas especialmente a mi servicio."

He aquí las promesas que hizo Jesús a Santa Margarita, y por medio de ella a todos los devotos de su Sagrado Corazón

1. Les daré todas las gracias necesarias a su estado.

2. Pondré paz en sus familias.

3. Les consolaré en sus penas.

¿Qué se entiende como pecado contra el Espíritu Santo?

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Teología y Catecismo.

 catecismomayor

Tomado del Catecismo Mayor de San Pío X

Todo el que hubiere hablado contra el Hijo del Hombre será perdonado. Si, no obstante, habla contra el Espíritu Santo, no alcanzará perdón ni en este siglo ni en el venidero. (Mt. 12, 32)

Además de los pecados mortales (pecados graves) y de los pecados veniales (pecados leves), hay otro calificativo de pecados justamente por ser pecados especiales y con un alcance de malicia diferenciado… trataré más abajo ese calificativo diferenciado.

Los pecados mortales (que son los pecados más graves) nos apartan de Dios y nos llevan al infierno. Solamente a través de una buena confesión, es que podemos ser perdonados. Para hacer una buena confesión es necesario tener fe en que el padre tiene el poder de absolverte (poder este dado por el mismo Jesucristo: Aquellos a quien les perdonareis los pecados, les serán perdonados; aquellos a quien se los retuvieseis, les serán retenidos – San Juan 20, versículo 23) Es necesario también estar arrepentido de haber pecado y prometer nunca más hacerlo nuevamente.

Los pecados veniales (que son los pecados leves como, por ejemplo, una pequeña mentira que no perjudique a nadie, una glotonería que no traiga perjuicios serios a la salud, etc.…) también nos apartan de Dios, pero no merecemos el infierno por causa de ellos, porque son culpas leves. Si morimos con pecados veniales, iremos a pagar nuestras culpas en el Purgatorio y después iremos al Cielo. Siendo Dios purísimo, imposible que se esté en Su Divina presencia, con ninguna mancha, por menor que sea. Los pecados veniales son perdonados rezando un Acto de Contrición o con arrepentimiento practicando algún otro acto de piedad.