San Vicente Ferrer y el Carbonero
Estaba predicando san Vicente Ferrer en la isla de Mallorca, en España y había entre el auditorio un pobre carbonero que, terminado el sermón, fue a buscar al santo y le dijo:
"Padre Vicente, yo soy muy corto al hablar y no sé rezarle a Dios más que una oración".
-¿Cuál?, le preguntó el santo.
-Ésta: Oh Dios mío, ¡ojalá que siempre te hubiera yo ofendido y nunca te hubiera amado!
-Te equivocas, le dijo el santo.
Debes decir así: Oh, Dios mío, ¡ojalá que siempre te hubiera yo amado y nunca te hubiera ofendido!
Se fue el carbonero y trataba de rezar la oración como le había enseñado el santo. Pero cada vez que empezaba a rezar se armaba un lío con las palabras y no recordaba cómo era la oración.
Quiso volver a hablar con el santo, pero le dijeron que acababa de subir al barco y el barco estaba a punto de zarpar. Corrió al puerto con la esperanza de alcanzarlo. Pero cuando llegó el barco ya iba lejos y él, dando gritos: Padre Vicente, padre Vicente, siguió corriendo, mar adentro, caminando sobre las aguas. Llegando cerca del barco le hizo señas al santo que lo escuchara y le gritó: "Padre Vicente, repítame por favor, la oración porque con esto de 'amar' y de 'ofender' se me hace todo un enredo".
Y el santo, viéndolo caminar sobre las aguas, le dijo: "Hijo mío, rézala como quieras. Puesto que si tienes fe suficiente para andar sobre las aguas, es señal de que tu oración le agrada a Dios".