"Ante Dios, ¡siempre de rodillas!"
Una de las enfermedades que más rápidamente se contagia es la gripe, aunque hay otra enfermedad, que no es precisamente del cuerpo sino del alma, que se propaga más rápidamente todavía: no ponerse de rodillas ante Dios. No arrodillarse en la Iglesia durante la Consagración o cuando se va a recibir el Cuerpo de Cristo o cuando uno está ante la presencia de Jesús Sacramentado, hace más daño al hombre que un cáncer terminal.
Hasta hace cuarenta años, la gran mayoría de las personas que asistían a Misa se arrodillaban en el momento de la Consagración y para recibir al Señor en la Comunión. En la actualidad, al menos en mis parroquias, tengo que estar recordándolo continuamente; y a pesar de ello no se arrodillan porque piensan que es un signo de humillación.
Recuerdo que un día, acabada la Misa se me acercó un “transeúnte” y me dijo:
— Ustedes los curas antiguos exigen cosas que ya no se llevan. Con razón tiene usted la iglesia vacía. Y luego añadió:
—Dios ha dicho: “ya no os llamó siervos sino amigos”; y uno no se arrodilla ante un amigo.
A lo que yo le respondí:
—Pero ese amigo del que usted habla es también Dios, y a Dios se le debe culto de adoración. O dicho de otro modo: debemos arrodillarnos ante su presencia. Salvo imposibilidad física, por enfermedad o por edad avanzada, todos debemos arrodillarnos ante Cristo realmente presente en la Eucaristía. Si no lo hacemos eso es señal de falta de fe.
El hombre se marchó. Sé que no le convencí; pero al menos le di razones para pensar.
A veces no sabemos congeniar la intimidad y el amor a Dios, con el sentido de adoración y el respeto. Ambas cosas son posibles al mismo tiempo; es más, una intimidad que excluya el respeto, es una irreverencia; con mucha frecuencia, es fruto de una falsa piedad, y siempre, es señal de que el demonio no anda lejos.
Ya puedes insistir y recordar pero la gran mayoría de las personas se quedan de pie durante la Consagración. He usado muchos modos para volver a instaurar esa costumbre de respeto y adoración: He tocado la campanilla en el momento previo a la Consagración, y nada. He dado homilías respecto al sentido de adoración a Jesucristo presente en la Eucaristía, y nada. He intentado poner a hombres y mujeres estratégicamente colocados en los bancos para que los demás les imiten, y nada. De momento, lo único que me funciona es enseñar a los niños de la catequesis, los cuales sí se arrodillan; pero en cambio sus padres se quedan todo el tiempo de pie.
Y mi pregunta es ésta ¿por qué tanto rechazo a ponerse de rodillas? La respuesta es muy sencilla; pero permítanme primero contarle una historia.
Mi padre murió hace poco más de dos años. Cuando yo iba a casa de mis padres, en alguna ocasión mi padre me pidió confesión. Él ya tenía cerca de los 90 años. Nos íbamos a un lugar recogido de la casa y allí, ofreciéndole una silla para sentarse, me disponía a confesarle. Nunca aceptó la silla. Él siempre me decía:
— Ante Dios, ¡siempre de rodillas!
— Pero papá, si ya no puedes arrodillarte.- Y él me respondía:
— Seguro que si se me hubiesen caído al suelo 50 céntimos me agacharía a recogerlos; ¡cuánto más si voy a recibir el perdón de Dios!
Él era una persona muy orgullosa, pero sabía muy bien que por encima de él estaba Dios. Y como él siempre me repetía: “Ante Dios, ¡siempre de rodillas!”
1.- No arrodillarse ante Dios puede deberse a varias razones:
- Porque se está físicamente impedido: ya sea debido a la edad o una enfermedad. Entonces queda excusado de ponerse de rodillas, pero lo que no debe es perder el sentido de adoración ante Dios, por lo que en los momentos señalados deberá hacer una profunda inclinación de cabeza.
- Porque no sepa que ha de ponerse de rodillas: es el caso de los niños. No obstante, los padres han de enseñar a sus hijos a arrodillarse en los momentos señalados, tal como la Iglesia indica.
- Porque haya perdido la fe en Dios: esta pérdida de la fue puede ser teórica o especulativa, o práctica (uno sigue creyendo en Dios, pero ya no le da culto de adoración). Esta última, es la causa más frecuente de que muchos cristianos no se pongan nunca de rodillas ante Dios; han perdido el sentido de adoración a Dios, pues Él ya no es “su Dios”; en su lugar, idolatran las cosas del mundo, a sí mismos….
- Porque uno haya hecho ya un pacto con el diablo: lo cual hace que uno se arrodille y de culto al diablo, pero no a Dios. Este pacto con el diablo puede ser explícito (uno ha pactado adorar al diablo y rechazar a Dios: caso de masones ya de cierto rango) o implícito (cuando como consecuencia de la gravedad de sus pecados, la persona se desespera y cree que es incapaz de arrepentirse y como consecuencia, al final, acaba rechazando a Dios). Conozco algunos casos particulares que pertenecen a este grupo; de hecho, algunas veces los hemos visto por televisión, personas que se arrodillan para recibir la bendición de un pastor protestante pero luego son incapaces de arrodillarse en la Consagración de la Misa.
Cuando estamos ante el Señor, hemos de arrodillarnos. Arrodillarse es un acto de humildad y de justicia. Es reconocerse criatura ante el Creador. Quedarnos de pie ante Él, salvo que haya un impedimento real para arrodillarnos, es ponerse ante Dios “de igual a igual”, es fruto o de una gran inconsciencia o de una gran soberbia.
Arrodillarse ante el Señor es además un acto de fe. Si me arrodillo, es porque creo que Él está allí presente. Los católicos, nos arrodillamos ante Dios, ante el Santísimo Sacramento, porque sabemos y creemos que en Él está presente el único Dios verdadero, que ha creado el mundo y lo ha amado hasta el punto de entregar a su Hijo único. Así, pues, nos ponemos de rodillas en la presencia de la Hostia consagrada, porque reconocemos que lo que aparece ante nuestros ojos como pan ha dejado de ser pan común después de la consagración; desde ese momento es Cristo, en su Cuerpo y en su Sangre.
La única razón válida para no arrodillarse es por alguna incapacidad física real. En esos casos, la Iglesia enseña que uno puede permanecer de pie (o sentado, si no puede estar de pie) y, hacer una reverencia o inclinación profunda de cabeza en los momentos señalados.
Pero quien no tenga ningún impedimento físico, ¡arrodíllese ante el Señor! ¡Que doblegue cualquier resquicio de soberbia! ¡Que manifieste su fe! Y ante el pasajero dolor o incomodidad que se pueda producir, recordemos los sufrimientos de Cristo en su Pasión. ¿Se hace muy largo? ¡Recuerda que el Señor estuvo clavado tres horas en la Cruz, sufriendo indeciblemente por ti y por mí!
2.- ¿Qué es lo que nos dice la Biblia respecto a nuestra postura física cuando tratamos con Dios?
Lo primero que nos llama la atención es que hasta el mismo Cristo se arrodillaba cuando oraba a su Padre; luego el hecho de ser Hijo de Dios no le impedía ponerse de rodillas ante su Padre en ciertas ocasiones:
- “Y se apartó de ellos como a un tiro de piedra, y poniéndose de rodillas, oraba” (Lc 22:41).
- Hecho también recogido por san Marcos: “Y adelantándose un poco, se postró en tierra y rogaba que, a ser posible, se alejase de él aquella hora” (Mc 13:45).
Ponerse de rodillas es la postura normal para orar a Dios, pedirle perdón, suplicarle, darle gracias:
Lo vemos en el Antiguo Testamento para dirigirse a Dios:
- Salmos 95:6: “Venid, adoremos y postrémonos; doblemos la rodilla ante el Señor nuestro Hacedor”.
- Salmos 22:29: “Todos los grandes de la tierra comerán y adorarán; se postrarán ante Él todos los que descienden al polvo, aun aquel que no puede conservar viva su alma”.
- Isaías 45:23: “Por mí mismo he jurado, ha salido de mi boca en justicia una palabra que no será revocada: Que ante mí se doblará toda rodilla, {y} toda lengua jurará {lealtad}”.
- Daniel 6:10: “Cuando Daniel supo que había sido firmado el documento, entró en su casa, y como lo solía hacer antes, continuó arrodillándose tres veces al día, orando y dando gracias delante de su Dios”.
También lo vemos en el Nuevo Testamento cuando alguien se acerca a Cristo para hacerle una petición o en señal de arrepentimiento:
- San Mateo 17:14: “Cuando llegaron a la multitud, se le acercó un hombre, que arrodillándose delante de Él, dijo…”.
- San Mateo 9:18: “Mientras les decía estas cosas, he aquí, vino un oficial y se postró delante de Él, diciendo: Mi hija acaba de morir; pero ven y pon tu mano sobre ella, y vivirá”.
- San Marcos 10:17: “Cuando salía para seguir su camino, vino uno corriendo, y arrodillándose delante de Él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?”
- San Lucas 5:8: “Al ver esto, Simón Pedro cayó a los pies de Jesús, diciendo: ¡Apártate de mí, Señor, pues soy hombre pecador!”.
Postura que era practicada por los cristianos desde un principio:
- Hechos 7:60: “Y cayendo de rodillas, clamó en alta voz: Señor, no les tomes en cuenta este pecado. Habiendo dicho esto, durmió”.
- Hechos 9:40: “Mas Pedro, haciendo salir a todos, se arrodilló y oró, y volviéndose al cadáver, dijo: Tabita, levántate. Y ella abrió los ojos, y al ver a Pedro, se incorporó”.
- Hechos 20:36: “Cuando terminó de hablar, se arrodilló y oró con todos ellos”.
- Hechos 21:5: “Y pasados aquellos días partimos y emprendimos nuestro viaje mientras que todos ellos, con sus mujeres e hijos, nos acompañaron hasta las afueras de la ciudad. Después de arrodillarnos y orar en la playa, nos despedimos unos de otros”.
- Romanos 14:11: “Porque está escrito: vivo yo – dice el Señor- que ante mí se doblará toda rodilla y toda lengua alabará a Dios”.
- Efesios 3:14: “Por esta causa, {pues,} doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo”.
- Filipenses 2:9-11: “Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le confirió el nombre que es sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en el cielo, y en la tierra, y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre”.
3.- ¿Cuándo hemos de ponernos de rodillas?
- Durante la Santa Misa:
- o En la Misa Tridentina se suele permanecer de rodillas durante largos periodos. Cualquier persona que asista a esta Misa verá como todos los fieles cumplen con esta prescripción, aunque les cueste trabajo.
- o En la Misa del Novus Ordo hay que arrodillarse en tres momentos: durante la Consagración; cuando el sacerdote levantando la Hostia y dice: “Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (mostrándolo para ser adorado); y cuando uno recibe el Cuerpo de Cristo.
- Siempre que estemos ante la presencia real de Cristo (Eucaristía).
- Hacemos genuflexión al entrar en una Iglesia si se ve el sagrario y la luz está encendida.
- Hacemos también genuflexión cada vez que uno pasa delante del Sagrario.
- Cuando el Santísimo está expuesto y pasamos por delante de Él, el saludo se hace arrodillándonos completamente por un instante (con las dos rodillas), e inclinando levemente la cabeza cuando estamos arrodillados.
- Hacemos también genuflexión ante el Crucifijo el día de Viernes Santo.
Nunca está el hombre más cerca de Dios que cuando, arrodillándose ante su presencia y reconociéndose como su criatura, eleva los ojos y reza con humildad, arrepentimiento, esperanza y devoción.