Cuentos con moraleja: "De cómo encontrar un honesto recaudador de hacienda"

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Cuentos con moraleja.

Estambul Soliman

Érase una vez un famoso sultán nacido en Estambul a finales del siglo XV de nombre Solimán. Desde muy joven mostró grandes dotes para la guerra, el gobierno y la administración. Tanto fue así que le valió el sobrenombre de “El Magnífico”. Al final de su vida, cerca de 40 millones estaban bajo su mandato desde Turquía a Viena, y desde el norte de África hasta Hungría y Belgrado. Gran parte del éxito de su empresa fue el haberse rodeado de grandes filósofos, poetas, científicos, administradores…

El relato de hoy se detiene en un momento de su vida en el que, debido a la conquista de tan grandes territorios, y necesitado de dinero para seguir costeando todas sus empresas, decidió buscar un “honrado inspector de hacienda”.

Así pues, detengamos momentáneamente nuestros comentarios y adentrémonos de lleno en el relato de hoy; que aunque suene imaginario, tiene muchos visos de haber sido real.

Una mañana hizo llamar a su consejero más sabio, para que le ayudara a nombrar al inspector de hacienda con el fin de que le ayudara a administrar y cuidar las grandes riquezas de lo que la historia conoció con el nombre de “El Imperio Otomano”. Guardemos silencio, escuchemos la conversación, y analicemos los hechos que acontecieron en palacio ese día.

- ¿No hay ningún hombre honesto en este país que pueda recaudar los impuestos sin robar dinero? -se lamentó un sultán.

Acto seguido llamó a su consejero más sabio y le explicó el problema.

 - Alteza, anunciad que buscáis un nuevo recaudador, -dijo el consejero-, y dejadme a mí el resto.

Cuentos con moraleja: "De cómo Dios elige y da una vocación"

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Cuentos con moraleja.

cu clay cup

Un mesonero buscaba una vasija para un estimado cliente.

-Elígeme a mí -grita una copa dorada-. Brillo y estoy reluciente. Mi belleza y lustre superan a los de todas los demás. ¡El oro es lo mejor!

El mesonero siguió inspeccionando sin decir una sola palabra.

 Se quedó mirando una copa plateada de silueta curvilínea y alta:

-Estaré en tu mesa siempre que te sientes a comer. Mi diseño es elegante. Además, la plata viste mucho.

Sin prestar mayor atención a lo que oía, el mesonero puso sus ojos en una copa de bronce. Estaba pulida, y además era amplia y poco profunda:

Cuentos con moraleja: "La caridad siempre vence"

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Cuentos con moraleja.

37 fondo

Un joven que deseaba ser monje se presentó al abad de un monasterio y le dijo:

-Me gustaría mucho ser un monje, pero no he aprendido nada importante en la vida. Lo único que me enseñó mi padre fue a jugar al ajedrez. Además, aprendí que en un monasterio no se necesita diversión para vivir.

-Puede ser que sí, -respondió el abad-,  ¿pero quién sabe si este monasterio no estará necesitando un poco de ella?

El abad pidió un tablero de ajedrez al hermano portero, pues sabía que le gustaba, y le pidió que jugara una partida con el muchacho. Pero antes de comenzar la partida dijo:

-Aun cuando necesitemos diversión, no podemos permitir que todo el mundo se pase el tiempo jugando al ajedrez. Entonces, solamente conservaremos aquí al mejor de los dos jugadores; si nuestro monje pierde, saldrá del monasterio y dejará la plaza para ti.

El joven comprendió que esta sería la partida más importante de su vida. En ese momento el color de su cara cambió, y un sudor frío ante tamaña responsabilidad le hizo temblar de miedo. La vida y el futuro de dos personas estaban en juego.

El abad se quedó allí mirando mientras que el monje y el muchacho comenzaban la partida. Después de varios movimientos, nuestro candidato comenzó a sacarle delantera al monje y a colocar sus piezas estratégicamente en el tablero. Cada nuevo movimiento, le costaba al monje un profundo suspiro, por no decir otra cosa; ocasionalmente miraba al cielo como buscando inspiración de lo alto, pero sus piezas negras seguían desapareciendo del tablero.

Cuentos con moraleja: "El hilo de la vida"

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Cuentos con moraleja.

tela de araña

Las arañas desde que nacen, tienen que valerse por sí mismas y buscarse la vida. Uno de los primeros medios de desplazamiento que tienen, además de ir andando de un lugar a otro, es el de soltar un hilo de seda que segregan en su abdomen; y así, colgadas por el hilo y movidas por el viento, van “volando” de un lugar a otro.

Pues bien, el cuento de hoy va sobre una araña recién nacida que, movida por un fuerte viento, fue a parar a un bosque lejano y el hilito que pendía de su abdomen se enredó en la copa de un árbol muy alto. Como estaba anocheciendo, se acurrucó debajo de la hoja de una rama y allí pasó la noche.

Por fin se hizo de día. Los primeros rayos de sol iluminaron todo el bosque. Nuestra arañita, después de estirar las ocho patas y hacer unos pequeños ejercicios gimnásticos, pensó que era ya hora de tomarse un suculento desayuno. Como se encontraba en lo alto del árbol, comenzó a descender emitiendo un largo hilo de seda; y así, en pocos segundos, llegó al suelo. Ató el hilo del que iba colgada al pie del árbol, y comenzó a tejer una trampa para cazar algún insecto despistado.

Tiró un hilo hasta un arbusto cercano uniéndolo al que había utilizado para bajar; después otro, entrecruzándolo hasta una roca, y después otro más hasta unas raíces cercanas. Hecho el marco de lo que comenzaba a ser su tela de araña, tiró otros hilos empezando desde el centro, como si fueran los radios de una rueda de bicicleta. Y después, dando vueltas y vueltas en espiral fue tejiendo una finísima y preciosa telaraña. Una vez terminada su trampa, fue corriendo a esconderse.

Cuentos con moraleja: "Mi amiga doña Cortesía"

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Cuentos con moraleja.

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Hace tan solo unos días, dos compañeros míos sacerdotes, me contaban sendas experiencias totalmente opuestas en el trato recibido por empleados públicos aquí en España. El primero de ellos me decía:

-Hoy me ha salido todo mal. He ido a tal oficina a presentar una documentación y la persona que siempre se ocupaba de ello había sido trasladada, por lo que me atendió otra persona. Le presenté los mismos documentos que en otras ocasiones les he llevado y me dijo que me faltaban tales y tales certificados… Así que entre el viaje y las colas no pude hacer nada en todo el día.

El día siguiente, el otro compañero me decía:

-¡Qué suerte he tenido hoy! Tenía que hacer unos papeles en tal oficina, he dado con un empleado que era buena persona y he conseguido hacerlo todo en un santiamén.

Son dos casos muy parecidos, pero con resultados totalmente opuestos. Me imagino que a ustedes les habrán ocurrido situaciones similares cientos de veces a lo largo de sus vidas.

Permítanme que les relate lo que le ocurrió al conserje de un hotel en Filadelfia (Estados Unidos); y cómo su vida cambió totalmente por su buena actitud cuando acudieron a él unas personas que estaban en dificultades. La historia comienza así:

Cuentos con moraleja: "Todos somos necesarios"

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Cuentos con moraleja.

organo

Hace ya algo más de cuarenta años, en una Iglesia de Saltzburgo (Austria), el párroco organizó con motivo de la Navidad un concierto de órgano con piezas clásicas y navideñas. Encargó a un organista austriaco de fama internacional, y amigo suyo de la infancia, que organizara el concierto. Ese año la parroquia cumplía 150 años desde su consagración, por lo que el párroco quería resaltar el acontecimiento de un modo especial.

Las semanas pasaron rápidamente, y antes de que se dieran cuenta, había llegado el día de la celebración del concierto.

Con más de media hora de anticipación, los asistentes comenzaron a llenar los bancos de la Iglesia. El respeto, la buena educación y el silencio de los presentes ayudaron a que las personas no olvidaran que se encontraban en un lugar sagrado. Algunos, los más devotos, aprovecharon esos minutos previos al concierto rezando algunas oraciones.

Toda la Iglesia estaba bellamente ornamentada. Había un bellísimo Nacimiento del siglo XVII donado por una familia española inmigrante. El altar mayor estaba decorado con árboles de navidad y bellísimas poinsettias.

Cuentos con moraleja: "Una vez fuimos agua cristalina"

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Cuentos con moraleja.

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Era una vez una gota de agua que sintió de pronto la llamada de ir al mar, y hacia él se fue apresurada y transparente. Por el cauce del riachuelo corría cantarina. Todo lo alegraba con su presencia: las riberas florecían a su paso, los bosques reverdecían, los pájaros cantaban. Y hacia el mar corría blanca y contenta.

Pero un día se cansó de caminar por el cauce estrecho del arroyo. Al saltar sobre la presa de un molino, divisó horizontes de tierra y en tierra quiso convertirse. Aprovechando el desagüe de una acequia, se salió de madre y se estacionó.

Inesperadamente se sintió prisionera de la tierra, convertida en charco sucio, maloliente, tibio: repugnantes animalillos crecieron en su seno y el sol dejó de reflejarse en ella.

Pasó una tarde un peregrino; se detuvo ante el charco y, sentencioso, exclamó:

—¡Pobre gotita de agua! ¡Ibas para mar y te quedaste en charco!

Cuentos con moraleja: "Una Madre siempre escucha, aunque no la veamos"

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Cuentos con moraleja.

Macarena 3

Todos conocemos la devoción y el cariño que los sevillanos le tienen a Nuestra Señora de los Dolores; a quien llaman familiarmente “La Macarena”. A ella recurren con profunda fe solicitando ayuda, dando gracias y haciendo promesas.

Hace unos años, una familia sevillana tuvo la desgracia de que el hijo más pequeño sufriera un grave accidente de moto del que quedó en estado de coma. El padre iba todos los días a rezar a la Macarena pidiéndole la curación de su hijo. Los médicos, que conocían la gravedad del proceso, no le daban muchas esperanzas.

Pasaban los días y el hijo en lugar de mejorar empezó a presentar serias complicaciones que anunciaban un fatal desenlace. No obstante, el padre, movido por su fe en la Macarena, hizo promesas, sacrificios y toda clase de oraciones. Sabía que no le podía fallar.

Una mañanita, estando el padre en el trabajo, le llamaron del hospital para anunciarle que su hijo estaba agonizando. La familia al completo se presentó en el hospital. Pocos minutos después el hijo moría en medio de angustiosos llantos.

Ante este fatal desenlace, el padre se desesperó, blasfemó, pensó que había perdido el tiempo pidiéndole a la Virgen una gracia. En el enfado del momento prometió que no iría más a verla y que, si ella quería algo que fuese a verlo a su casa.

Cuentos con moraleja: "Un amigo del más allá"

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Cuentos con moraleja.

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Al final del bosque, donde comienzan ya los Alpes austriacos, vivían Peter Holztfiller, un leñador viudo y jubilado, y el pequeño Karl, su nieto de tan sólo diez años. Según contaban los vecinos de la aldea, la madre de Karl murió durante el alumbramiento; y su padre, no supo soportar esta pérdida tan dramática, por lo que se marchó a las américas en busca de mejor suerte.

Viéndose Peter ya mayor y sin fuerzas suficientes para cuidar de su nieto, decidió abandonar la vieja cabaña donde vivían y mudarse a la aldea.

-Es un lugar muy aislado -pensó- y no es prudente vivir tan lejos. Voy a cerrar nuestro viejo hogar y nos mudaremos a alguna pequeña casa cerca de la aldea. Quizás en el futuro alguien de nuestra familia quiera regresar aquí.

Así que se dispuso a organizar la mudanza y a realizar los últimos preparativos antes del cambio. Una de esas tardes subió al tejado de la cabaña para verificar su estado. El hielo acumulado le hizo resbalar, cayó de una considerable altura y se fracturó la pierna derecha.

Atraído por el grito de su abuelo, Karl vino corriendo a ver qué sucedía. Peter se cubrió la pierna para que la sangre no asustara al chico. Aguantando el dolor, le dijo pausadamente:

-Karl, tengo una herida seria. ¿Te acuerdas que en situaciones difíciles hay que rezar a la Virgen y mantener fría la cabeza?

Cuentos con moraleja: "San José, abogado de la buena muerte"

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Cuentos con moraleja.

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El día 2 de Enero de 1884, un anciano desconocido se presentó al cura párroco de una población de Francia, pidiéndole, por favor, que fuese a ver a una enferma que se estaba muriendo. No sólo el anciano indicaba la calle, casa y número, sino que también se ofreció a acompañar al sacerdote hasta la puerta de la casa.

La calle nombrada tenía muy mala reputación, el anciano era desconocido, y la oscuridad de la noche hacía que el ministro de Dios pusiera algún reparo a la invitación del visitante; más éste le dice:

—Es preciso que usted venga, y sin tardar, porque es cuestión de administrar los santos sacramentos a una pobre mujer que está agonizando.

Después de oír eso, el sacerdote no vacila ni un momento, y, acompañado del anciano, se pone en camino para cumplir con su deber.

La puerta de la casa estaba cerrada; y aunque era la de peor aspecto de toda la calle, pensó el sacerdote que Dios vino al mundo para salvar a los pecadores, así que tiró de la campanilla… No contestaron.

Cuentos con moraleja: "Doña Anita, la malpensada"

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Cuentos con moraleja.

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Doña Anita era una octogenaria viuda que vivía en Padrón (La Coruña) allá por los años setenta. Tuvo la desgracia de enviudar a los dos meses de casada; pues su marido, su Pepe -como ella le llamaba-, murió en la guerra de Cuba siendo cabo primero.

De él sólo le quedó una preciosa fotografía, ya amarillenta, unas viejas sábanas de seda, que sólo se usaron cuatro noches, y una pensión del ejército, que con las últimas subidas llegaba a las 15.426 pesetas (unos 93 euros de ahora).

Con este fabuloso sueldo vivió doña Anita la gran mayor parte de su vida. Algunos cuentan que, como sabía coser, se ganaba también algunos dinerillos arreglando pantalones y cosiendo vestidos a las mujeres del pueblo. Sea lo que fuere, doña Anita se las tenía que arreglar con bastante menos de lo necesario para vivir dignamente. A pesar de su estrechez, siempre guardaba 100 pesetas para celebrarle cada día 25 del mes una Misa por el eterno descanso de su difunto marido.