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Domingo VII del T.O. (C) (20 febrero 2022)

Escrito por P. Carlos Prats. Publicado en Domingos y Festivos.

perdonar

(Lc 6: 27-37)

«Pero yo os digo a los que me escucháis: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien, bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen. Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite el manto, no le niegues la túnica. A todo el que te pida, da, y al que tome lo tuyo, no se lo reclames. Y lo que queráis que os hagan los hombres, hacédselo vosotros igualmente. Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Pues también los pecadores aman a los que les aman. Si hacéis bien a los que os lo hacen a vosotros, ¿qué mérito tenéis? ¡También los pecadores hacen otro tanto! Si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a los pecadores para recibir lo correspondiente. Más bien, amad a vuestros enemigos; haced el bien, y prestad sin esperar nada a cambio; y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo, porque él es bueno con los ingratos y los perversos. «Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; una medida buena, apretada, remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque con la medida con que midáis se os medirá.»

El Señor siempre nos sorprende con sus enseñanzas. La semana pasada nos hablaba de las bienaventuranzas, esta semana no relata modelos concretos de comportamiento que hemos de seguir, si de verdad deseamos ser buenos cristianos.

Hoy nos dice: "Amad a vuestros enemigos", "da al que te pida y no le exijas la devolución de lo dado", "amad a los pecadores"... Si todo esto lo hacemos entonces nuestra recompensa será grande en los cielos y seremos hijos del Altísimo. Tenemos que ser compasivos, como nuestro Padre es también compasivo con nosotros.

Todos sabemos lo difícil que es amar a nuestros enemigos y a los pecadores; ello se debe a que intentamos hacerlo con nuestras propias fuerzas, lo cual es imposible. Si queremos amar como Dios ama tenemos que pedirle que nos enseñe a hacerlo. El nos da las fuerzas a través de la gracia santificante y la inhabitación del Espíritu Santo dentro de nuestras personas. 

Así pues, aprendamos a amar, perdonar, ser compasivos como el Señor nos enseña; entonces, tendremos una gran recompensa en la tierra y sobre todo en el cielo.